LAS DIFERENCIAS SEXUALES SE REUBICAN EN LA IDENTIDAD DE GÉNERO
Los psicólogos tradicionales solían estar obsesionados con las diferencias sexuales, aun así, no han tardado en aprender a distinguir entre el «género» y el «sexo»21. Ahora aceptan que las diferencias sexuales son diferencias biológicas entre «hombres» y «mujeres», aunque raramente reparan en que incluso estas diferencias están determinadas por las interpretaciones de esas categorías, y el modo en que son asignadas a los chicos y a las chicas. En definitiva, aunque nos sintamos masculinos o femeninos independientemente de nuestro sexo biológico, las diferencias de género parecen estar delineadas sobre el mapa de las diferencias anatómicas sexuales22.
Actualmente, muchos psicólogos estudian el «género» en lugar del «sexo», a pesar de seguir considerándolo como una categoría
IAN PARKER
predeterminada y de recurrir a definiciones de identidad de género elaboradas a partir de los sistemas de diagnóstico psiquiátrico. Así se aprecia en la concepción de «identidad» que prevalece en las operaciones de cambio de sexo y en el asesoramiento proporcionado a las personas que consiguen migrar de un «sexo» a otro23.
Por ejemplo, la psicología se limita a repetir en clave distinta las imágenes psiquiátricas estandarizadas de género de mujeres cercanas a la locura y que reproducían una noción de feminidad históricamente considerada como inestable, patológica y próxima a la naturaleza, como indican las concepciones decimonónicas clásicas de la «histeria». Obviamente, las mujeres no salen indemnes de este marco teórico: desde el mismo momento que se supone curada, la práctica psiquiátrica y psicológica ha propiciado que la «feminidad normal» sea una trampa para apartar a la mujer de sí misma y enajenarla24.