‘EL TRATAMIENTO BASADO EN LA EVIDENCIA’ GARANTIZA
LA DISTRIBUCIÓN DEL TRASTORNO Y EL TRATAMIENTO FÍSICO
El interés por la «evidencia» es característico de una aproximación propiamente psicológica que permita definir la evaluación de los tratamientos terapéuticos26. De este modo, el giro cultural hacia una política de «grupos focales» (focus groups), según el cual los dirigentes intentan garantizar que sus medidas reflejen lo que las personas dicen querer decir, es un escenario propicio para el triunfo de la psicología sobre la psiquiatría clínica tradicional. En un primer momento, a las personas que participan en estos grupos se las invita a definir sus ideales de salud y las prácticas saludables en función de las representaciones existentes, para pasar seguidamente a informar al psicólogo en qué medida se aproximan a estos ideales.
La tendencia a atenerse a la «evidencia» en el tratamiento de los problemas médicos y psicológicos descansa en supuestos sobre la naturaleza de lo que será medido y evaluado. Por tanto, debería definirse claramente lo que se trata; un cometido lo suficientemente arduo en lo que se refiere a los síntomas físicos, y extremadamente ambiguo en lo que concierne a nuestra experiencia de inquietud y malestar. También deberían compararse los efectos de distintos tratamientos, idealmente a partir de ensayos controlados aleatorios donde los participantes no sepan si se les ha proporcionado el tratamiento auténtico o si han sido asignados al «grupo control»27. Señalar de nuevo que esta comparación resulta muy difícil en los tratamientos médicos, al haberse comprobado que los placebos presentan efectos beneficiosos para casi todas las dolencias28.
La toma de medicamentos conlleva un aspecto experiencial que supone un efecto sobre los síntomas físicos, de manera que las comparaciones entre tratamientos psicológicos resultan inverosímiles al menos que descartemos los aspectos experienciales. Así, pues, el fenómeno que la psicología deseaba estudiar inicialmente es suprimido en aras de la definición del procedimiento mecánico y la observación de los efectos. Esta apelación a la «evidencia» asegura que el psicólogo deje a sus clientes en manos de otros
IAN PARKER
profesionales que se presentan como expertos en áreas específicas, y llegado el caso, si el psiquiatra así lo estima, el psicólogo será uno de esos muchos profesionales que legitime el uso de los tratamientos físicos tales como el electroshock. De este modo, el criterio ético capaz de cuestionar estas prácticas abusivas es reemplazado por la adhesión a las categorías diagnósticas acordadas entre los psicólogos y los psiquiatras29.