Las personalidades maníacas presentan también un debilitamiento de su sentimiento de identidad que intentan contrarrestar por medio de la negación, la omnipotencia y la idealización. Se sienten triunfadores, con un optimismo exagerado y tendencia a establecer múltiples relaciones objetales aunque de carácter precario y superficial. La teoría kleiniana (12) señaló una tríada de sentimientos que es típica de estas personalidades: control, triumfo y desprecio. El control sirve para negar la dependencia; el triunfo que comprende la omnipotencia, está al servicio de la negación de la depresión, y el desprecio es una defensa frente a los sentimientos de envidia, pérdida y culpa. Algunas de esas características, típicas del maníaco, surgen de la calidad con que funcionan sus identificaciones proyectivas dirigidas predominantemente hacia un objeto interno idealizado y dotado de una omnipotencia absoluta. Partes de su self quedan revestidas de esas cualidades que impregnan a su vez a los vínculos que mantienen con los objetos externos. Para decirlo en otras palabras, el yo del maníaco se proyecta dentro de un objeto interno idealizado y omnipotente con el cual se identifica proyectivamente, y desde dentro de dicho objeto interno trata con desprecio y sentimientos de triunfo al objeto externo. Se desprende de todo lo dicho que el maníaco se caracteriza por mantener una seudoidentidad precaria y superficial, por medio de la utilización de los mecanismos de identificación proyectiva, negación, omnipotencia e idealización.