Citaremos algunos ejemplos clínicos que ilustran la calidad de las respuestas de ciertos pacientes frente al problema de los cambios y a los sentimientos de angustia, depresión y culpa que despiertan en el yo.
Una paciente, habitualmente descuidada y mal vestida, durante un período de su análisis en que había logrado grandes progresos (acababa de rendir un examen con mucho éxito después de haber superado su angustia frente a ellos) llegó a una sesión ostensiblemente cambiada en su aspecto y con un bolso nuevo, moderno y elegante. Sus sentimientos contrastaban, sin embargo, con su aspecto: decía sentirse deprimida y angustiada a la vez. Le habían dicho que la veían muy bien vestida y peinada y que parecía «otra mujer». Expresó que le desagradaba que la vieran tan distinta y que, en realidad, le gustaba llevar sus cosas en paquetes descuidados y deshechos (descripción de su «locura») , como había sido su costumbre toda la vida. Se mostró luego extrañada de preferir su desaliño y habitual aspecto de miseria a todo lo nuevo que traía en esa sesión. Se le ocurrió entonces, como explicación de su angustia, que «así le parecía no pertenecer más a su familia», donde lo característico era la «desprolijidad» y el «desorden». Asimilaba, de ese modo, su propia identidad a la identidad familiar, reaccionando con ansiedad y depresión ante el cambio. Deseamos recalcar que no se trataba tan sólo de sentimientos de culpa persecutoria y depresiva ante su familia por el hecho de haber mejorado, sino también de una culpa persecutoria frente a un aspecto de sí misma que le exigía mantenerse igual, impidiéndole el progreso. Pero, simultáneamente, operaba en ella una culpa depresiva que la había llevado a repararse y permitirse el progreso. Claro que aún existía en ella una fluctuación entre ambas calidades de culpa, que explicaba la naturaleza de los sentimientos con que había llegado a la sesión.
Otra paciente, con una personalidad esquizoide bastante marcada, no podía tolerar los cambios de vestidos de su analista, alegando que la «trastornaban y desconcertaban, ya que nunca sabía cómo la iría a encontrar», temiendo desconocerla. Se trataba no sólo de la proyección de su temor a la pérdida de su identidad, sino también de que temía que sus propios aspectos depositados en la analista sufrieran modificaciones sustanciales, equivalentes a su pérdida. Entre otras cosas, temía que su analista diera al dinero con que le pagaba un uso distinto del que ella le hubiera dado. Naturalmente, predomina aquí la ansiedad persecutoria frente al destina de lo proyectado y depositado en la analista y el temor de perder el control y el manejo de esas partes propias.