LA JUVENTUD DE JEFFREY DAHMER Y ALICE WALKER
Jeffrey Dahmer tuvo una infancia y una adolescencia muy agitadas. Sus padres reñían constantemente hasta que se divorciaron. Su madre tenía problemas emocionales y lo pagaba con el hermano menor de Jeffrey. Jefrey sentía que su padre lo desatendía, y un niño abusó sexualmente de él cuando tenia 8 años. Pero la inmensa mayoría de las personas que tienen una infancia y una adolescencia muy duras nunca llegan a cometer los crímenes espeluznantes que cometió Dahmer entre los años setenta y noventa. Dahmer asesinó a su primera víctima en 1978 con una barra de pesas y después mató a 16 personas más.
Una década antes de que Dahmer cometiera su primer asesinato, Alice Walker, quien posteriormente ganaría el Premio Pulitzer por su libro «El color púrpura», pasaba sus días luchando contra el racismo en Mississippi. Walker, la octava hija de una familia de aparceros de Georgia, conocía los brutales efectos de la pobreza. A pesar
de lo mucho que tenía en su contra, se acabó convirtiendo en una novelista galardonada. Walker escribe sobre la gente que, en sus palabras, «lo consigue, se labra un destino a partir de la nada. Las personas que triunfan».
¿Qué es lo que lleva a un adolescente, tan pro-metedor, a cometer actos de violencia brutales y a otro a transformar la pobreza y los traumas en creatividad literaria? ¿Cómo podemos explicar que un adolescente sea capaz de recoger los pedazos de una vida destrozada por la tragedia, como la muerte de un ser querido, mientras que otro parece trastornarse ante los menores contratiempos de la vida? ¿Por qué algunos adolescentes son verdaderos torbellinos —tienen éxito en el instituto, muchos amigos y rebosan energía— mientras que otros se quedan al margen, como meros espectadores de la vida? Si se ha preguntado alguna vez qué es lo que mueve a los adolescentes, se ha formulado la principal pregunta que analizaremos en este libro.
PERSPECTIVA HISTÓRICA
¿Cómo han sido los adolescentes a lo largo de la historia? ¿Cuándo se inició el estudio científico de la adolescencia?
Antigüedad
En la Antigua Grecia, tanto Platón como Aristóteles hicieron comentarios sobre la naturaleza de la juventud. Según Platón (siglo IV a. C), el razonamiento no es una característica propia de los niños, sino que aparece durante la adolescencia. Platón pensaba que los niños deberían invertir su tiempo en el deporte y la música, mientras que los adolescentes deberían estudiar ciencias y matemáticas.
Aristóteles (siglo IV a. C.) argumentó que el aspecto más importante de la adolescencia es la capacidad de elección y que esta autodeterminación se convierte en un sello distintivo de la madurez. El énfasis de Aristóteles en el desarrollo de la autodeterminación no difiere demasiado de algunos enfoques contemporáneos que consideran la independencia, la identidad y la elección de una profesión como los temas clave de la adolescencia. Aristóteles también señaló el egocentrismo de los adolescentes,
comentando que éstos se creen que lo saben todo y además están bastante convencidos de ello.
En la Edad Media los niños y los adolescentes se consideraban adultos en miniatura y eran tratados con una disciplina férrea. En el siglo XVIII, el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau ofreció una visión más esperanzadora de la adolescencia, restableciendo la creencia de que ser un niño o un adolescente no es lo mismo que ser un adulto. Al igual que Platón, Rousseau creía que el razonamiento se desarrolla durante la adolescencia. Afirmó que en la educación de los niños de 12 a 15 años se debe fomentar sobre todo la curiosidad. Rousseau creía que entre los 15 y los 20 años se madura emocionalmente y el egoísmo es substituido por el interés por los demás. Por lo tanto, Rousseau contribuyó a restablecer la creencia de que el desarrollo tiene fases claramente delimitadas. Pero las ideas de Rousseau eran especulativas. Hasta principios del siglo XX no se empezó a estudiar científicamente la adolescencia.
El siglo xx
Las postrimerías del siglo XIX y los primeros años del siglo XX fueron un importante período para la construcción del concepto que ahora denominamos adolescencia. Los
cambios subsiguientes que experimentaron los adolescentes a medida que avanzaba el siglo XX también repercutieron considerablemente sobre sus vidas.
El cambio de siglo
Entre 1890 y 1920, diversos psicólogos, reformadores urbanos, educadores, trabajadores y orientadores juveniles empezaron a dar forma al concepto de adolescencia. En aquel entonces, los jóvenes, sobre todo los de sexo masculino, ya no se veían como causantes de problemas, sino como seres cada vez más pasivos y vulnerables —cualidades que previamente sólo se habían asociado a las adolescentes de sexo femenino. La publicación en 1904 del libro de G. Stanley Hall sobre la adolescencia, comenta-do en el próximo apartado, desempeñó un gran papel en la reestructuración de las ideas sobre los adolescentes. Hall dijo que aunque algunos adolescentes aparentan pasividad están experimentando una gran confusión en su interior.
Los educadores, orientadores y psicólogos empezaron a desarrollar normas de conducta para los adolescentes. La idea de «la tempestad y el estrés» de Hall influyó considerablemente sobre estas normas. Consecuentemente, los adultos intentaron imponer la conformidad y la pasividad en los adolescentes entre los años 1900 y 1920. Entre los ejemplos de este énfasis en la conformidad, se incluyen la potenciación del espíritu escolar, la lealtad y el culto al héroe en los equipos deportivos.
G. Stanley Hall
Los historiadores consideran a G. Stanley Hall (1844-1924) como el padre del estudio científico de la adolescencia. Las ideas de Hall se publicaron por primera vez en dos volúmenes titulados Adolescence en 1904.
Hall estaba muy influido por Charles Darwin, el famoso teórico de la evolución. Hall aplicó las dimensiones científicas y biológicas de la teoría de Darwin al estudio del desarrollo adolescente. Hall creía que el desarrollo está controlado por factores fisiológicos genéticamente determinados y que el ambiente desempeña un papel mínimo en el desarrollo, sobre todo durante los primeros años de vida. Sin embargo, admitió que el ambiente permite explicar más cambios en el desarrollo durante la adolescencia que en períodos evolutivos previos. Así que, por lo menos en lo que se refiere a la adolescencia, Hall creía —como pensamos en la actualidad— que la herencia interactúa con las influencias ambienta-les para determinar el desarrollo del individuo.
Según Hall, la adolescencia es el período comprendido entre los 13 y los 23 años de edad y se caracteriza por la tempestad y el estrés. El enfoque de la tempestad y el estrés es la idea de Hall de que la adolescencia es una etapa turbulenta dominada por los conflictos y los cambios anímicos. Hall tomó prestada la expresión de tempestad y estrés de las descripciones de «strum und drang» de los autores alemanes, como Goethe y Schiller, que es‑
cribieron novelas que rebosaban idealismo, compromiso con las metas, pasión, sentimiento y revolución. Hall consideraba que había un gran paralelismo entre los temas tratados por los autores alemanes y el desarrollo psicológico de los adolescentes. Según Hall, las ideas, sentimientos y acciones de los adolescentes oscilan entre la vanidad y la humildad, el bien y la tentación, la alegría y la tristeza. Un adolescente puede ser desagradable con un compañero de clase en un momento dado y amable inmediatamente después. En un momento dado, un adolescente puede querer estar solo y, al cabo de pocos segun-dos, buscar compañía.
Hall fue un genio en el campo de la adolescencia. Fue el primero en empezar a teorizar, sistematizar y cuestionar más allá de la mera especulación filosófica. De hecho, a Hall le debemos el inicio del estudio científico del desarrollo adolescente.
El enfoque sociocultural de Margaret Mead
La antropóloga Margaret Mead (1928) estudió a los adolescentes de la isla de Samoa, situada en el Pacífico Sur. Esta autora concluyó que la naturaleza básica de la adolescencia no era biológica, como había apuntado Hall, sino más bien sociocultural. Además argumentó que cuando la cultura permite hacer una transición suave y gradual entre la infancia y la etapa adulta, que es el modo en que se enfoca la adolescencia en Samoa, este período se asocia a escasas turbulencias. Mead concluyó que las culturas que permiten que los adolescentes presencien las relaciones sexuales y cómo nacen los bebés, vean la muerte como algo natural, realicen tareas importantes, participen en juegos sexuales y sepan claramente en qué consistirán sus roles como adultos fomentan una adolescencia relativamente exenta de estrés. Sin embargo, en culturas como las occidentales, donde se establece una separación tajante entre niños y adultos y la adolescencia no se asocia a las experiencias que acabamos de mencionar, hay muchas más probabilidades de que esta etapa se viva de forma tormentosa.
Más de medio siglo después de su publicación, los trabajos de Margaret Mead fueron criticados como sesgados y plagados de errores (Freeman, 1983). Las críticas actuales también afirman que en Samoa la adolescencia es más estresante de lo que señaló Mead y que la delincuencia aparece entre los adolescentes de Samoa igual que entre los adolescentes occidentales. En la actual controversia sobre los hallazgos de Mead, algunos investigadores han defendido el trabajo de esta autora (Holmes, 1987).
La construcción social de la adolescencia
A pesar de que la adolescencia tiene una base biológica, como creía G. Stanley Hall, también tiene una base sociohistórica, como afirmaba Margaret Mead. De hecho,
La antropóloga Margaret Mead (izquierda) con una adolescente de Samoa. Mead constató que en Samoa la adolescencia era una etapa relativamente exenta de estrés, aunque recientemente se han criti‑
cado sus hallazgos. ¿En qué se diferencia la visión que tenía Magaret Mead de la adolescencia respecto a la de Hall?
las condiciones sociohistóricas contribuyeron a la emergencia del concepto de adolescencia. En la cita que abre este capítulo, P. Musgrove comenta que los adolescentes han entrado a hurtadillas en nuestras vidas. En un momento no demasiado alejado de la historia, la adolescencia todavía no se había inventado. La construcción social de la adolescencia postula que es una creación sociohistórica. En este enfo que desempeñaron un papel funda-mental las circunstancias sociohistóricas que convergieron a principios del siglo XX, un momento en el que se promulgaron leyes que aseguraban la dependencia de los jóvenes, relegándolos a una esfera económica más manejable. Comentamos muchas de esas circunstancias sociohistóricas en nuestro repaso general de los anteceden-tes históricos de la adolescencia. Esas circunstancias incluyen la reducción del régimen de aprendices; el in-cremento de la mecanización durante la Revolución Industrial, que a su vez requirió mano de obra más cualificada y una división especializada del trabajo; la sepa-ración entre el trabajo y la vida familiar; los escritos de G. Stanley Hall; la aparición de grupos juveniles, como
los YMCA y los Boy Scouts; y los centros de enseñanza segregados por grupos de edad.
Los centros educativos, el trabajo y la economía son dimensiones importantes de la construcción social de la adolescencia (Eider, 1975; Fasick, 1994; Lapsley, Enright y Serlin, 1985). Algunos expertos en adolescencia sostienen que la construcción del concepto de adolescencia fue un efecto colateral del intento de crear un sistema obligatorio de educación pública. Según este punto de vista, la función de la enseñanza secundaria es transmitir habilidades intelectuales a los jóvenes. Sin embargo, otros expertos defienden que el principal objetivo de los centros de enseñanza secundaria es ubicar a la juventud dentro de la esfera económica y actuar a modo de trampolín para que se incorporen a la estructura de autoridad de la cultura (Lapsley, Enright y Serlin, 1985). Según este enfoque, las sociedades occidentales «concedieron» el estatus de adolescentes a los jóvenes promulgando leyes de protección al menor. Al dictar este tipo de leyes, la estructura de poder de los adultos colocó a los jóvenes en una posición de sumisión que restringía sus opiniones y fomentaba su dependencia, relegándolos a una esfera económica más manejable.
Los historiadores se refieren al período comprendido entre 1890 y 1920 como la «edad de la adolescencia» porque creen que fue durante estos años cuando se inventó el concepto de adolescencia. En este período se promulgaron muchas leyes obligatorias relacionadas con los jóvenes. Prácticamente en todos los países occidentales se dictaron leyes que excluían a los jóvenes de la mayoría de empleos y les obligaban a asistir a centros de educación secundaria. La mayoría de estas leyes incluían amplias medidas de aplicación.
Estos cambios legislativos trajeron consigo dos con-secuencias evidentes: la disminución del empleo juvenil y el incremento de las tasas de asistencia de los jóvenes a los centros educativos. Entre 1910 y 1930, la cantidad de adolescentes de 10 a 15 años que tenían un trabajo remunerado descendió aproximadamente en un 75 por 100. Además, entre 1900 y 1930 la cantidad de alumnos que completaban el bachillerato aumentó considerablemente. En este período de 30 años, en Estados Unidos, termina-ron el bachillerato aproximadamente un 600 por 100 más de adolescentes que en el período inmediatamente anterior.
Un análisis del contenido de la revista más antigua sobre Psicología del Desarrollo que todavía se sigue publicando (Journal of Genetic Psychology —anteriormente denominada Pedagogical Seminary) proporcionó pruebas adicionales sobre el papel que desempeñó la Historia en la percepción de los adolescentes (Enright et al., 1987).
En este trabajo se evaluaron cuatro períodos históricos —la depresión de la década de 1890, la depresión del 29 y las dos guerras mundiales—. Durante los períodos de depresión predominaron los escritos sobre la inmadurez psicológica de los jóvenes y sus necesidades educativas. Sin embargo, durante las dos guerras mundiales no
se describió a los adolescentes como inmaduros, sino que se recalcó su importancia como reclutas y empleados de las fábricas.
Cambios durante el siglo xx
En las tres décadas comprendidas entre 1920 y 1950, los adolescentes adquirieron un estatus más prominente con-forme iban experimentando una serie de cambios complejos. La vida de los adolescentes dio un giro a mejor en los años veinte, pero atravesó momentos difíciles durante los años treinta y cuarenta. En la década de 1920, la atmósfera optimista de los alocados años veinte influyó sobre los adolescentes. La pasividad y la conformidad con los dictados de los adultos dieron paso al incremento de la autonomía y a la conformidad con los valores del grupo. Los adultos empezaron a imitar el estilo de vida de los jóvenes, en lugar de al revés. Si se ponía de moda un nuevo baile, la hija adolescente era la que lo bailaba primero y su madre lo aprendía de ella. En Norteamérica, en muchos estados estaba prohibido beber, pero muchos adolescentes bebían considerablemente. Irrumpieron actitudes sexualmente más permisivas y las fiestas de besos se pusieron a la orden del día. Las minifaldas provocaron incluso una campaña por parte de la YMCA contra un comportamiento tan «anormal».
Justo cuando la adolescencia estaba empezando a ser divertida, llegó la depresión del 29, seguida de la Segun-da Guerra Mundial en los años cuarenta. Las graves preocupaciones económicas y políticas sustituyeron a los va-lores hedonísticos de los adolescentes de los años veinte. Durante la década de 1930 en Estados Unidos creció la cantidad de grupos radicales de protesta que criticaban la labor del gobierno, y la Segunda Guerra Mundial puso en peligro la vida de muchos adolescentes. El servicio militar dio pie a que los jóvenes viajaran y entraran en con-tacto con personas de otros lugares. Esta experiencia favoreció la adquisición de una perspectiva más amplia sobre la vida y un mayor sentido de independencia.
En los años cincuenta, el período evolutivo que conocemos como adolescencia había alcanzado la mayoría de edad —no sólo poseía una identidad física y social, sino que también recibía un tratamiento legal especial. Muchos países occidentales habían desarrollado leyes especiales para los jóvenes comprendidos entre los 16 y los 18 o 20 años de edad. Los adolescentes de los años cincuenta se han descrito como la generación silenciosa. La vida era mucho mejor para los adolescentes de esta década que para los que habían vivido durante los años treinta y cuarenta. El gobierno de los Estados Unidos pagaba los estudios universitarios a muchos jóvenes con los presupuestos generales del estado y la televisión empezaba a invadir los hogares. Estudiar una carrera universitaria, la clave para encontrar un buen empleo, estaba en la mente de muchos adolescentes en la década de 1950 —al igual que casarse, formar una familia y establecerse para poder acceder a la vida llena de lujos que mostraban los anuncios televisivos.
Aunque la meta de tener una educación superior persistió entre los adolescentes norteamericanos de los años sesenta, se hizo tristemente evidente que a muchos adolescentes afroamericanos no sólo se les negaba una educación universitaria, sino que también recibían una enseñanza secundaria de menos calidad. Los conflictos étnicos, en forma de disturbios y sentadas, estaban a la orden del día, y los adolescentes en edad universitaria protagonizaban la mayoría de ellos.
Las protestas políticas de los adolescentes alcanzaron su máxima expresión a finales de los años sesenta y principios de los setenta, cuando millones de adolescentes re-accionaron violentamente ante lo que percibieron como la participación inmoral de Estados Unidos en la Guerra del Vietnam. Cuando en el año 1968 los padres norteamericanos presenciaron la famosa Convención Democrática, no sólo vieron discursos políticos en apoyo de los candidatos sino también a sus hijos adolescentes peleándose con la policía, gritando obscenidades y protagonizado sentadas.
En la década de 1960 a los padres les preocupaba más el consumo y el abuso de las drogas de sus hijos adolescentes que en épocas anteriores. Y también aumentó la permisividad sexual, que incluía las relaciones sexuales prematrimoniales, la cohabitación y la aprobación de conductas sexuales antes prohibidas.
A mediados de los años setenta, la mayor parte de la protesta radical de los adolescentes se había esfumado, dando paso a una mayor preocupación por labrarse un futuro profesional, trabajando mucho en el instituto, la universidad o las escuelas de artes y. oficios. Los intereses materiales empezaron a dominar las motivaciones de los adolescentes, mientras las reivindicaciones ideológicas contra las instituciones sociales iban perdiendo intensidad.
Las protestas de los años setenta también implicaron el movimiento por la liberación de las mujeres. Las descripciones de los adolescentes de épocas anteriores se referían prioritariamente a jóvenes de sexo masculino. Los objetivos profesionales y familiares de las adolescentes de hoy en día coincidirían en muy poco con los de las adolescentes de las décadas de 1890 y 1900.
Durante muchos años, distintas barreras impidieron que muchas mujeres y miembros de minorías étnicas entraran en el ámbito de estudio del desarrollo adolescente. Las mujeres y los miembros de minorías étnicas que obtenían el título de doctores tenían que esforzarse mucho y superar muchas dificultades. Una de las mujeres pioneras en este campo fue Leta Hollingworth, que llevó a cabo importantes investigaciones sobre desarrollo adolescente, retraso mental y niños superdotados.
Entre los psicólogos afroamericanos pioneros cabe destacar a Kenneth y Mamie Clark, que estudiaron la autoestima de los niños afroamericanos (Clark & Clark, 1939). Y en 1932, George Sánchez documentó la existencia de sesgos culturales en los tests de inteligencia para niños y adolescentes.
a) Los alocados años veinte fueron un período en el que los adolescentes empezaron a comportarse de una forma más permisiva. Los adultos empezaron a imitar los estilos de los jóvenes. El consumo de alcohol creció considerablemente entre los adolescentes, b) En los años cuarenta muchos jóvenes participaron en la Segunda Guerra Mundial. El servicio militar expuso a muchos adolescentes a circunstancias que pusieron en peligro sus vidas y les permitieron entrar en contacto directo con personas de otros lugares, c) En los años cincuenta los objetivos de muchos jóvenes se orientaron más hacia la educación. La televisión entró en muchos hogares. Uno de los entretenimientos que estaban de moda en los años cincuenta, como se ve en esta fotografía, consistía en comprobar cuánta gente podía meterse en una cabina telefónica, d) En los años sesenta muchos jóvenes protestaron contra la participación de los Estados Unidos en la Guerra del Vietnam. Los padres se empezaron a preocupar más por el consumo de drogas de sus hijos adolescentes, e) A partir de los años setenta, gran parte de las protestas radicales de los jóvenes se atempera-ron. Los adolescentes de hoy en día están más orientados hacia la motivación de logro y es más probable que tengan trabajos remunerados, desempeñen roles adultos antes, muestren un mayor interés por la igualdad entre sexos y estén muy influidos por los medios de comunicación.
Hasta este momento hemos descrito algunas circunstancias sociohistóricas importantes que han experimenta-do los adolescentes a lo largo de la historia y hemos evaluado cómo la sociedad ha visto a los adolescentes en distintos momentos históricos. A continuación analizaremos por qué es necesario ser precavido a la hora de generalizar sobre los adolescentes en cualquier área.
Estereotipos sobre los adolescentes
Es fácil estereotipar a una persona, grupo o clase de personas. Un estereotipo es una categoría amplia que refleja nuestras impresiones y creencias sobre la gente. Todos los estereotipos se refieren a una imagen de cómo es un miembro típico de un grupo en particular. Vivimos en un
mundo complejo e intentamos simplificar su complejidad. Una forma de conseguirlo es creando estereotipos sobre la gente. Simplemente asignamos una etiqueta a un grupo de personas —por ejemplo, decimos que los jóvenes son promiscuos—. Así, simplificamos las cosas cuan-do pensamos en este grupo de personas. Una vez asignamos un estereotipo, es difícil abandonarlo, incluso aunque encontremos indicios contradictorios.
Los estereotipos sobre la adolescencia son innumerables: «Dicen que quieren trabajar, pero cuando encuentran un trabajo, no quieren pegar golpe»; «Son todos unos vagos»; «Todos se lían con todos»; «Se drogan todos, no se salva ninguno»; «Los chicos de hoy en día no tienen la moral de mi generación»; «El problema de los adolescentes de hoy en día es que lo tienen todo demasiado fácil»; «Son el colmo del egoísmo»; y un largo etcétera.
Hay que reconocer que durante la mayor parte del siglo xx los adolescentes han sido descritos como personas anormales y pervertidas más que como normales y sanas. Recuérdese la propuesta de Hall sobre de la tempestad y el estrés. Consideremos también la imagen de los adolescentes que difunden los medios de comunicación, como seres rebeldes, conflictivos, caprichosos, delincuentes y egocéntricos —Rebelde sin causa a finales de los años cincuenta, y Easy Rider en los sesenta, por ejemplo—. Consideremos también la imagen de los adolescentes como perturbados y estresados que se da en las películas Dieciséis velas y El club del desayuno, en los años ochenta, y en Boyz N the Hood, en los noventa.
Esta tendencia a estereotipar a los adolescentes está tan extendida que el investigador Joseph Adelson (1979) se refirió a ella como la brecha de la generalización sobre la adolescencia, refiriéndose a que se han desarrollado generalizaciones ampliamente extendidas sobre los adolescentes basadas en una información fragmentaria sobre un grupo limitado y a menudo muy visible de adolescentes.
Una visión positiva de la adolescencia
Se ha abusado mucho del estereotipo negativo de la adolescencia (Howe y Strauss, 2000; Stepp, 2000). En un estudio transcultural llevado a cabo por Daniel Offer y sus colaboradores (1988) no se pudo verificar esta visión negativa de la adolescencia. Se analizó la propia imagen que los adolescentes tienen de si mismos en distintas partes del mundo —Estados Unidos, Australia, Bangladesh, Hungría, Israel, Italia, Japón, Taiwan, Turquía y Alemania Occidental. Se constató que por lo menos el 73 por 100 de los adolescentes estudiados tenían una imagen positiva de si mismos. Estaban avanzando hacia la etapa adulta con una integración sana de las experiencias previas, con con-fianza en sí mismos y optimismo sobre el futuro. Aunque había diferencias entre ellos, estaban contentos la mayor parte del tiempo, disfrutaban de la vida, se experimentaban a sí mismos como capaces de ejercer autocontrol, valoraban el trabajo escolar, expresaban seguridad en su
Querer que te valoren
«Muchas veces a los adolescentes se nos percibe como un problema del que nadie quiere hacerse cargo. A veces la gente se siente intimidada y reacciona con hostilidad cuando intentamos desafiar su autoridad. Lo interpretan como una falta de respeto. A los adolescentes no se nos valora ni se nos trata como pensadores innovadores que seremos los dirigentes del mañana. Los adultos tienen en sus manos la facultad de enseñar a la generación más jo-ven y trasmitirnos el mensaje de que tenemos un papel importante en el mundo.»
ZULA, 16 años
Brooklyn, Nueva York
identidad sexual, tenían sentimientos positivos hacia sus familias y se sentían capaces de afrontar el estrés de la vida —lo que no encaja demasiado con la imagen de la adolescencia como una etapa de estrés y tempestad.
Viejos siglos y nuevos siglos
Lamentablemente, siguiendo las ideas de G. Stanley Hall en los Estados Unidos y las procedentes de otros países occidentales, la adolescencia se ha percibido durante la mayor parte el siglo XX como una etapa problemática del ciclo vital que los jóvenes, sus familias y la sociedad tenían que soportar. Pero, como indica el estudio que acabamos de comentar, la gran mayoría de los adolescentes no se sienten tan alterados ni tienen tantos problemas como sugiere el estereotipo popular sobre la adolescencia.
Los cambios de siglo tienen la propiedad de estimular reflexiones sobre cómo han sido las cosas e ideas sobre cómo podrían o deberían ser. Tanto en el ámbito de la psicología general como en el ámbito concreto del desarrollo adolescente, esto ha implicado volver la vista atrás, contemplando un siglo en el que el campo de la psicología se había vuelto demasiado negativo (Larson, 2000; Santrock, 2003; Seligma y Csikszentmihalyi, 2000). La psicología se había convertido en una ciencia marcadamente pesimista en la que se solía caracterizar a la gente como pasiva o victimizada. Ahora se reivindica centrar el foco de atención en la cara positiva de la psicología y poner mayor énfasis en temas como la esperanza, el optimismo, los rasgos individuales, la creatividad y los valores grupa-les y cívicos positivos, tales como la responsabilidad, la educación, el civismo y la tolerancia.
Como hemos visto antes, en el ámbito concreto del desarrollo adolescente, a principios del siglo XX G. Stanley Hall (1904) propuso un enfoque negativo de la adolescencia, caracterizado por la tempestad y el estrés, que
influyó considerablemente sobre la forma de concebir la adolescencia durante la mayor parte del siglo. Ahora, a principios del siglo XXI, nos damos cuenta de que duran-te el siglo XX los adolescentes se estereotiparon demasiado negativamente.
Recuerdos y percepciones generacionales
Las percepciones que tienen los adultos sobre los adolescentes son el resultado de la combinación de sus propias experiencias personales y de la imagen que difunden los medios de comunicación, ninguna de las cuales produce una visión objetiva de cómo se desarrollan normalmente los adolescentes (Feldman y Elliott, 1990). En gran parte, la facilidad con que los adultos asumen lo peor sobre los adolescentes probablemente se debe a que tienen mala memoria. Muchos adultos perciben a los adolescentes de hoy en día como más problemáticos, menos respetuosos,
más egocéntricos, más asertivos y más aventureros de lo que fueron ellos en su juventud.
Sin embargo, en lo que se refiere a gustos y modos de comportarse, los jóvenes de cada generación siempre han parecido radicales, desconcertantes y diferentes a los adultos —en lo que se refiere al aspecto, el comportamiento, los gustos musicales, el corte de pelo y el vestuario. Es un error garrafal confundir el entusiasmo propio de los adolescentes por probar nuevas identidades y disfrutar de do-sis moderadas de comportamientos escandalosos con la hostilidad contra los estándares paternos y de la sociedad en general. El hecho de revelarse y de poner a prueba los límites son formas consagradas de avanzar hacia la aceptación, en vez de hacia el rechazo, de los valores paternos.
Hasta este punto hemos examinado muchas ideas sobre la perspectiva histórica de la adolescencia. El siguiente repaso le ayudará a alcanzar los objetivos de aprendizaje relacionados con este tema.