Los datos de esta personalidad son notablemente típicos y se relacionan a continuación.
Desconfianza. Es una actitud bien detectable en estos sujetos. Tienen una suspicacia permanente y, a veces oculta en la apariencia de lo contrario. Poseen una creencia exagerada de las posibilidades agresivas y conspiradoras del prójimo, y se sienten fácilmente provocados y aludidos. Presentan por todo ello una actitud distante en sus relaciones sociales que se vehicula básicamente en dos maneras: cortesía desmesurada y gentileza, mezcladas con reticencia, o una agresividad manifiesta directamente o disfrazada en proyecciones.
Rigidez. Son individuos autoritarios que toleran difícilmente que se les lleve la contraria. Demuestran una gran incapacidad en hacer una labor autocrítica de su sistema de valores, puesto que están convencidos de que su razón es universal. En consecuencia nunca están abiertos a las situaciones y problemas de los demás. Ello es una constante en sus relaciones familiares, por ejemplo, en las que el paranoico se muestra estricto y severo en aplicar sus criterios. Su convicción de verdad es inherente a sus manifestaciones y esto es inversamente proporcional a la apreciación de las verdades de los demás, quienes a menudo se hallan atemorizados y cansados de esta situación.
Hipertrofia del yo. Se manifiesta por un egocentrismo marcado y una autofilia que conduce a la valoración exagerada y reiterada de sus virtudes, éxitos o aciertos. Todo ello redunda en acentuar su narcisismo, puesto que siempre los mejores hechos o palabras son los suyos, como si necesitaran retroalimentar su orgullo. Con frecuencia, estos sujetos pretenden haber sido objeto de halago o reconocimiento por alguna autoridad y, añadiendo que a partir de ahí mejoró su situación personal, ofrecen una invitación larvada y sutil al sujeto que les atiende para que renueve tal afirmación. Esta necesidad de grandiosidad suele ser molesta para los demás, pero a la vez les convierte en un fácil blanco para aduladores.
Juicios erróneos pasionales. Sería un sistema aparentemente lógico, pero cerrado por una determinación unidireccional afectivizada. Toda percepción, recuerdo o representación van a tejerse sobre este sistema, al que sólo podrán añadirse, pero no modificarlo. Sería el individuo que todo lo interpreta a su manera, pero en grado superlativo. Muchos autores han subrayado que la lógica del paranoico es sólo aparente. En efecto, pueden utilizar argumentos lógicos en lo concerniente a sus convicciones, pero es un racionalismo mórbido, puesto que excluye todo aquello que pueda ser distinto o crítico (él lo denominará peligroso) respecto a sus ideas. Es el típico pasional con unos criterios apriorísticos, sobre los que va a justificar mediante racionalizaciones su conducta.
Esto se puede apreciar en el espíritu competitivo de estos pacientes. En la conducción de automóvil hacen piruetas e irregularidades que justifican porque otro conductor les había desafiado a alguna carrera o se había ensañado y les había perjudicado.
Fácilmente creen que los demás compiten con ellos y por esto esconden sus hallazgos de libros, objetos y lugares, etc., particularmente a los que creen sus adversarios.
Justicia y fanatismo. Las normas, la lealtad y la justicia sirven como disfraz al resentimiento y agresividad. Aparecen rígidamente de modo que su adecuación resulta muchas veces dudosa. Tienen tendencia a fortalecer su autodefensa mediante práctica de artes marciales y tenencia de armas.
A menudo vehiculan estas actitudes de perfeccionismo integrándose en sectas religiosas o grupos políticos, de los que serán obstinados fanáticos. Su conducta y agresividad se justificarán en pro de la causa. La vida privada a menudo es ascética, según aplicación de su normativa.
Todas estas condiciones son a veces muy acentuadas y no es extraño por ello que tengan graves problemas de inadaptación social por sus pleitos, imposiciones, agresividad, desprecios, etc. A menudo la biografía del paranoico es una suma de fracasos y querellas que le conducen al aislamiento.
Mecanismos de defensa. Permiten comprender también sus manifestaciones y según algunos autores son mecanismos típicamente psicóticos.
- La negación de la realidad es la primera defensa significativa, particularmente aparente cuando existen ideas delirantes. El individuo cegado por la actitud pasional no es capaz de aceptar la realidad y la niega: tanto la de sí mismo como la de los demás. Ello le sirve para evitar los aspectos de su conciencia dolorosos, contradictorios o desagradables que le resultan inaceptables. Cuando algún hecho rebasa este mecanismo, se produce una situación de catástrofe que no rara vez lleva al suicidio. Recordamos el caso de un paciente que atendimos por intento de suicidio, en el que la situación de fractura o catástrofe se produjo cuando su mujer decidió solicitar la separación de acuerdo con los hijos, por la insoportable relación familiar producida por el carácter del sujeto. Posteriormente, éste atribuyó la demanda de separación a que su mujer estaba nerviosa y enferma.
- Esto constituye otro mecanismo extraordinariamente típico de la paranoia: la proyección. El paranoico en su actitud recelosa y desconfiada, al ser incapaz de cotejar su realidad con otra, no puede asumir la situación hostil que tiene y la proyecta a los demás. Su ira y enojo los transmite proyectivamente a los demás. «Son ellos los que me provocan, no yo.»
Las situaciones que se producen en la visita de un paciente paranoico permiten escenificar ambos mecanismos. Primero niega estar enfermo y, en consecuencia, se resiste a ser visitado, a pesar de que los familiares y los allegados le hayan instado repetidamente a ello por sus trastornos de conducta claramente evidenciables. En segundo lugar, si se logra que acuda a la visita por alguna razón indirecta (o a instancias de la autoridad por denuncias formuladas contra él por agresividad), seguirá sin convicción de trastorno y creerá que son los demás los enfermos (como en el caso citado) o, peor aún, los culpables de lo que le pasa, ya que han organizado un complot contra él. El paranoico frente al especialista también negará que esté enfermo y dirá que ha aceptado acudir para acompañar a la esposa o amigo, quienes sí están enfermos. Si el facultativo le dice que ambos términos son falsos (negación de su trastorno y proyección al familiar), el paranoico puede pensar que el médico también está en el complot contra él.
- Otro mecanismo que puede aparecer en estos pacientes es la formación reactiva. La utiliza para defender su conciencia de su agresividad latente, su desprecio y desaprobación del criterio ajeno. En virtud de este mecanismo aparentará lo contrario: amabilidad, honradez y sumisión. Estas formas son frecuentes cuando intenta controlar al médico que le está visitando.
En la medida en que el médico le comunica que es realmente un enfermo, rebatiendo, por tanto, su negación y proyecciones, la agresividad y desaprobación que surgen en el paciente se transforman en todo lo contrario, a través de este mecanismo, mostrándose amable y aparentando aceptar lo que se le dice.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
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