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Tarde y a destiempo conseguí el material que hace mucho estaba buscando y que aquí les dejo. Se trata de dos artículos de la Lic. Liliana Gattoni de Ferrari, tiene 40 años de experiencia clínica y ha concentrado sus esfuerzos de investigación en la psicología clínica y en el test de Rorschach (tiene varias publicaciones de renombre sobre este último).  Ella misma me refirió el testimonio con que he titulado el post, este paciente le dio autorización a usar su testimonio y la instó a hacerlo.


Estos dos artículos están escritos «en positivo» muestran como se da el orden natural de la estructura psíquica, según diversos momentos evolutivos, en la formación de la identidad de la persona. Aquí podemos ver, desde un punto de vista psicológico, la absoluta necesidad de no solo un «rol femenino-maternal», sino de una mujer que lo ejerza y, por supuesto, no de un mero «rol masculino-paternal» sino de un hombre que lo asuma.
La nueva ley atenta contra los más íntimos derechos humanos de la persona, no brindando y reasegurando las figuras parentales básicas en la construcción del psiquismo, ni dejando -en la semántica de quienes aprobaron la ley- «la posibilidad de elección sexual» ya que los mismos antropólogos reconocen que los hijos criados por homosexuales tienen, estadísticamente, una propensión mucho mayor a ser homosexuales. Los condenan, de antemano, a unas condiciones de un determinismo psíquico que disminuye fuertemente la supuesta «elección», en la lógica de ellos, por supuesto.
P&E
Este informe se sustenta en el trabajo como profesional del área de la psicología, en el ámbito clínico,  educacional y en el campo de la investigación.
Los conceptos que se expondrán tienen como objetivo la defensa de las necesidades psicológicas del infante para un desarrollo adecuado, considerando que este sólo es posible a través del vínculo con el varón y la mujer. Esto no implica desconocer diferentes realidades de este grupo humano, en las que puede desarrollarse un niño.
En primer lugar se describirá la constitución de la trama familiar natural, en segundo lugar se hará  referencia al aporte del varón y la mujer en la organización del psiquismo, en tercer lugar se presentará la relación de estos aspectos en la formación de la identidad, y por último se hará referencia a la situación de adopción.
Trama familiar natural
“El grupo humano  natural familia, desempeña las funciones que hacen a la supervivencia de la  especie tanto en lo biológico como en lo anímico, emocional y afectivo”[1].
La familia, como institución sigue ostentando la función primordial de la defensa de la vida, concretada en las enseñanzas que permite al niño desarrollarse como persona en sus distintas dimensiones.
El medio natural por el cual se genera, organiza y mantiene la vida del ser humano es la trama familiar. El humano es el ser vivo de más alto nivel de complejidad de organización psicológica, pero a su vez el de mayor grado de indefensión, ya que al nacer no puede sobrevivir por sus propios medios.  Depende  de los adultos que lo rodean para poder sobrevivir. La humanización se basa en este intercambio y de estos vínculos depende el desarrollo y maduración del órgano mental.
“Todo queda inscripto en la mente del bebé y en esto consiste la esencia del proceso de humanización”[2].
Ahora bien, en ese proceso de humanización, el primer hecho diferencial de la concepción tiene raíces genéticas y afectivas de la pareja parental. Después se amplifica y consolida con más grado de libertad en esa expansión de la emergencia de la afectividad en relación con los contactos, con las interacciones, con la exposición a esos modelos.
“El desarrollo biopsicosocial es un proceso de cambios progresivos, sujeto a leyes y principios. Comienza en la concepción, culmina en la madurez y concluye con la muerte. Su objetivo es la adquisición de una identidad biológica, psicológica y social que equilibre las necesidades del individuo con las del contexto social en el que está inserto[3]”.
Es de evidencia compartida por diferentes disciplinas que el desarrollo del psiquismo es pre y post natal y se encuentra en una interrelación directa con los vínculos que el niño establece con las figuras parentales: la mujer como madre, el hombre como padre.
Al nacer, el hijo se halla en estado de prematuración y desamparo. Su lugar está connotado de carencia e incompletud. Necesita tanto ser amparado, como una referencia para constituirse.
El vínculo temprano iniciado en el embarazo,  tiene en la lactancia artificial o natural, un momento privilegiado. Está al servicio de hacer sobrevivir a este infante. En esta instancia  el hombre no queda excluido. La madre lo representa  y le da la posibilidad de ser parte de este proceso,  que no es meramente asistencial, hay una intersubjetividad de afectos.
En este sentido la lactancia se convierte en un fenómeno que no es de dos sino de tres. El padre tiene una función específica a través del embarazo, del parto y de la lactancia.
Este, como los siguientes momentos del crecimiento del niño, son procesos que se instalan en la pareja y a los cuales  se los denomina maternalización y paternalización.
Esta pareja, constituida por el padre y la madre, que va acompañando a este bebé en todo su desarrollo se establece como matriz del psiquismo.
Aquel primer hecho diferencial que arrancaba y hundía sus raíces en la carga genética, después se amplifica y consolida en relación con los contactos, con las interacciones, con la exposición a esos modelos.
La mujer en el desarrollo psíquico del niño: necesidad de la madre
La naturaleza del vínculo con la madre, al que tradicionalmente nos referimos como dependencia, se ha descubierto que es el resultado de un conjunto de pautas de conductas, en parte programadas, que se desarrollan en el entorno corriente durante los primeros meses de vida y que tienen el efecto de mantener al niño en una proximidad estrecha con su figura materna.
Por ejemplo la conducta de apego del niño es activada por el dolor, la fatiga, el temor. Se considera que la función biológica de esta conducta es la protección.
La activación de la conducta materna en estas circunstancias es probablemente universal y debe ser considerada la norma, acompañada de una intensa emoción propia de la capacidad de reverie que tienen naturalmente la mayoría de las mujeres, y que significa el darse cuenta de las necesidades que un bebé o un niño pequeño expresa de manera no verbal.
En concordancia con esta teoría, se puede sostener, que la crianza en los seres humanos no es sólo fruto de las raíces biológicas que son muy poderosas, sino también de las emociones recogidas a través de nuestras propias experiencias infantiles en la adolescencia y con nuestras figuras parentales.
El hombre en el desarrollo psicológico del niño: necesidad del padre

El padre es el representante de la ley  (internalización de la norma y de los límites) de la cual junto con la madre será quien confirme o no al niño el lugar que se le reconoce en la sociedad. El nombre civil dado por  el reconocimiento legal de la persona es posterior al ser nombrado por los progenitores.
El padre en tanto autor posee autoridad, entendida esta como cierta aptitud o capacidad para influenciar o tener predicamento en el seno familiar,  no se funda en una supuesta superioridad del varón sino que es un servicio que se distingue del ejercicio del poder o del dominio sobre los subordinados. La autoridad paterna se ejerce mediante la entrega, tanto en lo material, como en lo psíquico y en lo espiritual, lo que conduce a un desarrollo pleno de la familia, pero también implica dejar de lado el narcisismo y el egoísmo.
La mayoría de los autores investigaron sobre todo el papel de la madre en lo primeros estadios del desarrollo, sin embargo el papel del padre es fundamental desde el sostén de la madre en la situación de parto, hasta la inclusión de él entre ambos. Si el padre o su sustituto están ausentes, la ausencia está presente en la madre y la forma en que ella lo vivencie orientará las interacciones con su hijo. El padre representa la función misma de la separación, el propio principio del corte que preside a la división del sujeto en relación al vínculo simbiótico del bebé con la madre. “esa separación permite la interiorización de la ley, ley que es la misma para todos, incluida la madre, con sus prohibiciones fundamentales del homicidio y el incesto”[4].
La función paterna está allí para instaurar al tercero en una relación con el Otro diferente que, sin esto, permanecería en el modo imaginario con sus efectos de fascinación y enfrentamiento.
Freud subraya la importancia de la triangulación en la organización psíquica. Todo psicoanalista freudiano reconoce que ningún ser humano puede prescindir para el proceso de identidad  de la figura paterna, ya que la mujer  a través del hombre se completa  en lo biológico y en lo psicológico.
En la mayoría de las familias con niños pequeños el rol del padre es diferente al de la mujer, es más probable que el y no la madre participe en un juego ingenioso y físicamente activo y se convierta en el caso de los varones en un compañero de juego.
La presencia del padre es un límite a la fantasía de fusión entre la madre y el hijo. Marca así la diferencia entre su hijo y su madre entre el hombre y la mujer, entre el niño y los demás.
De la misma forma, el nombre (como apellido que le permite el acceso a una identidad y una pertenencia a un grupo), es dado por el padre en el contexto de una pareja constituida. Pero también en una madre soltera está dado por su propio padre, ya que en nuestra cultura la paternidad se funda en el acto de inscripción del hijo como miembro del grupo social.
No hay dudas de que la provisión por parte de ambos progenitores de una base segura, a partir de la cual un niño puede ir conectándose con el mundo, es lo que le da tranquilidad y lo hace enfrentarse a éste sin tanto temor.
Proceso de Identidad
La Identidad se refiere al conepto global de sí mismo, y es el resultante de un proceso de interacción continua de tres vínculos de integración: espacial, temporal, y social. El espacial: comprende la relación entre kas distintas partes del Yo, incluso el Yo corporal, permitiendo la comparación y la diferenciación. El temporal: señala un vínculo entre las distintas representaciones del Yo en el tiempo, estableciendo una continuidad entre ellas y otorgando la base al sentimiento de mismidad. El social: se refiere a la connotación social de la identidad, y está dado por la relación entre aspectos del Yo y aspectos de los otros[5].
Incluye las respuestas que cada sujeto se da a cuestiones tan básicas como ¿Quién soy?, ¿Cómo soy?, ¿Soy hombre o mujer?, ¿Cuál es mi rol en este mundo?
Desde la más temprana infancia la niña sabe que en su interior puede alojar bebés pero que  para poder concretar esta fantasía necesita de un otro diferente. Esta atracción por el otro, en este caso por el padre tiene que ver con recrear la posibilidad de tener un compañero fuera del entorno familiar en un futuro.
De igual manera el niño varón desde muy temprano reconoce la falta del órgano de la concepción y que para poder lograr la  fantasía de la procreación se tendrá que dirigir hacia una figura del sexo opuesto. De esta forma, estas teorías sostienen el hecho universal del vínculo intenso que desarrolla el varón con su madre y la mujer con su padre.
Françoise Doltó explica que es fácil captar el significado del padre en el desarrollo de la vida de un niño desde su concepción hasta los tres años, ya que es en este período en el que se adquiere el valor y la certeza con respecto a la sexualidad y al orgullo que se siente por el sexo.
Conclusión
Es por esto que tanto para el hijo que es el resultante de la fertilidad como para el que no lo es, el valor de un hijo como el ejercicio de la función parental, son del resorte de lo emocional, de lo psíquico, de lo espiritual. Hasta tal punto es así que padres fértiles que no desarrollen buen nivel de humanización no podrán llevar a cabo su función de tales.


[1] Pérez, A. “Psicoanálisis, Familia y Derecho”. Edit. Caribe. 2001. Bs As.
[2] Pérez Aurora, op. Cit.
[3] Almonte, C; Montt, M y Correa, A. “Psicopatología Infantil y de la Adolescencia”. Edit. Mediterráneo; 2003; Santiago Chile.
[4] Cordié Anny. “Doctor: ¿Por qué nuestro hijo tiene problemas?”. Psicología del Niño y del Adolescente. Ed Nueva Visión Bs. As. 2004
[5] Grinberg, L; Grinberg, R, “Identidad de cambio”. Edit. Paidós. 1993. España.
Familia y Adopción
Liliana Gattoni de Ferrari
El matrimonio y las funciones familiares
La temática del matrimonio y la adopción han sido abordados por la ciencia psicológica desde las distintas líneas que forman parte de la misma, y han vuelto a resurgir como problemáticas a seguir ahondando, con la discusión ya transformada en ley del matrimonio entre personas del mismo sexo.
“En cualquier lugar donde la vida humana se despliegue, la forma de acceder al crecimiento y desarrollo está en relación con la existencia de la familia, grupo humano natural en el que conviven individuos maduros y en proceso de maduración de la especie, que comparten un espacio y un tiempo común” (Pérez, A. “Psicoanálisis: Pediatría, Familia y Derecho”).
El grupo familiar tiene su origen en una pareja heterosexual, que decide perpetuarse en el tiempo de una manera estable; y que ha ido fantaseando desde el fenómeno de enamoramiento mutuo, la posibilidad de acoplarse con el deseo de tener hijos.
Peter Blos expresa que en los comienzo de la adolescencia se dirimen los conflictos con la bisexualidad, en la elaboración y desprendimiento de los ligámenes con las figuras parentales, lo que lleva al adolescente a la integración de la identidad que va de la mano con la actividad del rol social, el enamoramiento, el matrimonio, la paternidad y la maternidad (Blos, Peter. “Psicoanálisis de la Adolescencia”).
El autor citado considera que un ser humano no consigue su total madurez hasta que no haya transitado por la constitución de una pareja. Ya que tal pasaje lo lleva al desempeño de los roles que tiene internalizado a través de los procesos de identidad, que se han desarrollado en el ámbito de los vínculos en su grupo familiar.
El deseo de una pareja estable en un ser humano aparece cuando en el proceso de enamoramiento se quiere perpetuar la relación amorosa.
Por su parte Berestein sostiene que “la pareja matrimonial designa una estructura vincular entre dos personas de diferente sexo desde un momento dado cuando establecen el compromiso de formarla en toda su amplitud, lo puedan cumplir o no” (Berestein I. y Puget J. “Psicoanálisis de la pareja matrimonial”. Año 2001).
Siguiendo a este autor la pareja matrimonial se sostiene a través de cuatro parámetros que se consideran definitorios de la misma, tales son: la cotidianeidad, que tiene que ver con el espacio y tiempo en el que se desarrolla este vínculo, en el que existen ritmos de encuentros y no encuentros o desencuentros de la pareja. El segundo parámetro son los proyectos vitales compartidos, el primero es compartir un espacio-tiempo vincular, que va evolucionando hacia el modelo paradigmático que es la creación de hijos reales o simbólicos.
Esta pareja a lo largo de su existencia va concretando proyectos vitales como son: tener una casa, un auto, bienes y otros hijos.
El tercer parámetro lo constituyen las relaciones sexuales que tienen que ver con la interrelación de los órganos genitales.
Para que pueda llevarse a cabo las relaciones sexuales dentro del matrimonio formado por un hombre y una mujer, es imprescindible aceptar la incompletud de la necesidad de otro diferente para completarse.
El cuarto parámetro es la tendencia monogámica, esto implica el ligamen matrimonial con un solo cónyuge que exige entre ambos un lugar de permanente dador; este fenómeno que implica, el pasaje de un objeto único a un objeto amoroso, es el que marca el recorrido que realiza una pareja desde el enamoramiento hasta una de mayor complejidad vincular.
Cuando se produce la consolidación de pareja estable, aparecen las fantasías de perennidad de tal estado, la unión entre estas dos personas. Paralelo a esto se pueden ir dando las fantasías de la inclusión de los hijos, en este momento o en un futuro.
Es necesario que el anhelo de los hijos sea común o esté instalado en los dos psiquismos de este vínculo, para poder aceptar bien la llegada de los mismos al seno de la pareja. Si bien es cierto que desde la más temprana infancia las niñas alojan las fantasías de tener bebés dentro de sí, el deseo de tener hijos es común a ambos sexos, ya que implica la posibilidad de no perecer o desaparecer, contrarrestando las vivencias de muerte.
Consolidada la pareja con el advenimiento del hijo se configura la trama familiar, que tendrá como función principal según Soifer “la defensa de la vida”; esta se lleva a cabo a través de las enseñanzas por parte de los padres y del aprendizaje por parte de los hijos; enseñanza del cuidado físico, de las relaciones familiares, de la actividad productiva y recreativa y de las relaciones sociales en los primeros años de vida de estos niños. Más tarde, la familia deberá enseñar la forma de inserción laboral y la enseñanza de la formación y consolidación de un nuevo hogar.
Aurora Pérez en lo que hace al desarrollo y el crecimiento del ser humano explica que la familia cumple varias funciones: una es la matricial que permite que éste grupo humano natural oficie de placenta extrauterina y ayude a “completar la incompletud, madurar la inmadurez y sostener el desamparo y la indefensión del ser humano en el momento de su nacimiento” (Pérez Aurora. Op. Cit). Otra de las funciones es la de humanización que es la encargada de ayudar al niño a metabolizar su situación emocional. Otra es la función de individuación que es la que brinda al niño un modelo que le otorgue la identidad, para luego convertirse en individuo autónomo. Por último la función de socialización que es la encargada de brindar al ser humano la posibilidad de un desempeño en lo social.
Estas funciones se establecen desde el primer momento que todo ser humano llega al mundo, y la literatura psicológica muestra cómo el psiquismo de la persona se arma en el interjuego de las relaciones que el bebé va estableciendo con su madre y padre.

Psiquismo temprano
Para René Spitz cada individuo trae al nacer un bagaje innato que abarcan lo heredado, las influencias intrauterinas y aquellas resultantes del momento del parto.
Describe esta relación objetal entre la madre y el bebé en el primer año de vida como un pasaje en que el niño desde el estadio fisiológico intrauterino, pasará a una relación simbólica con la madre. A esta relación Spitz la llamó “sistema cerrado”, compuesto por la díada madre-hijo en el que la madre asume el papel de intérprete.
Para Donald Winnicott, el ser humano en desarrollo debe realizar un recorrido complejo desde la dependencia a la independencia; “este proceso se lleva a cabo en tres categorías: la dependencia absoluta; la dependencia relativa; hacia la independencia” (Winnicott Donald W. “Los Procesos de Maduración y el Ambiente Facilitador” Año 2002).
Según este autor, en términos psicológicos, el infante paradójicamente es al mismo tiempo dependiente e independiente. Por un lado está todo lo heredado, los procesos de maduración y quizás algunas tendencias patológicas que nadie puede alterar y al mismo tiempo, su maduración depende de la provisión ambiental. Al final del embarazo se instala lo que él denomina “preocupación materna primaria” y que persiste algunas semanas después del nacimiento. Consiste en un interés exclusivo de la madre por el recién nacido que le permite adaptarse a las necesidades del niño con delicadeza y sensibilidad.
El progreso de la maduración del bebé dependen del ambiente facilitador, pero el ambiente no hace al niño.
Los padres a través del ejercicio de sus roles, inician un proceso evolutivo desde que el bebé está en el útero materno, luego en los brazos de la madre y finalmente en el hogar que ellos le proporcionan. Cómo será finalmente este huésped, está más allá del control de los progenitores, pues existen tendencias heredadas que no se pueden controlar. Cuando el entorno es suficientemente bueno, debiendo ser éste humano y personal, las tendencias heredadas del bebé hacia el crecimiento alcanzan sus primeros logros, siendo el más importante la integración. La madre tiene con el bebé un tipo de identificación muy complejo, por tanto se siente muy identificada con él, pero indudablemente sigue siendo adulta. El bebé, por otra parte tiene una identidad con su madre, son logros de esta relación, siendo la madre al comienzo parte de él.
Triángulo en la Vincularidad
La mayoría de los autores investigaron sobre todo el papel de la madre en lo primeros estadios del desarrollo, sin embargo el papel del padre es fundamental desde el sostén de la madre en la situación de parto, hasta la inclusión de él entre ambos. Ainsworth sostiene que “existen indicios de que la pauta de apego que un niño no dañado en el momento del nacimiento desarrolla con su madre, es el producto de cómo lo ha tratado, pero es muy probable que la pauta que desarrolle con su padre sea el producto de cómo lo ha tratado éste” (Bowlby John “Una base segura”). Si el padre o su sustituto están ausentes, la ausencia está presente en la madre y la forma en que ella lo vivencie orientará las interacciones con su hijo.
Freud subraya la importancia de la triangulación y del complejo de Edipo en la organización psíquica. Todo psicoanalista freudiano reconoce que ningún ser humano escapa al complejo paterno que funda el orden edípico.
Lacan privilegió el papel del padre simbólico salido de la nueva organización, introducida por el orden edípico. Para él existen diversas figuras paternas: el padre real, el que está ahí, de carne y hueso; el padre imaginario, padre compañero, pero también idealizado y finalmente el padre simbólico que es calificado como padre muerto. Cuando Lacan habla del “nombre del padre” no se trata del padre en sí, en sus diferentes acepciones, sino del nombre-del-padre, a saber, una función, un operador simbólico; representa la función misma de la separación, el propio principio del corte que preside a la división del sujeto. El padre simbólico es quien cumple esa función de separación, puesto que es el depositario y el representante de la Ley, pero no detenta la Ley (encarnar la ley lo convertiría en un amo todo poderoso). La función paterna está allí para instaurar al tercero en una relación con el Otro que, sin esto, permanecería en el modo imaginario con sus efectos de fascinación y enfrentamiento. “Esa separación permite la interiorización de la ley, ley que es la misma para todos, incluida la madre, con sus prohibiciones fundamentales del homicidio y el incesto” (Cordié Anny. “Doctor: ¿Por qué nuestro hijo tiene problemas?”. Año 2004).
Recién nacido
De todos los seres vivientes que habitan el planeta, el ser humano es el que nace con el mayor grado de indefensión, por lo que para sobrevivir depende absolutamente de su entorno. Para Aurora Pérez el establecimiento del vínculo temprano entre este bebé y las figuras parentales, oficia de laboratorio “metabolizador” y transformador de situaciones de apremio, en situaciones de satisfacción.
El vínculo temprano no es sólo un vehículo canalizador de emociones y de alimento biológico a través de la lactancia, tiene como función fundamental la de sostener los procesos mentales llevados a cabo entre los polos intervinientes. Todas las funciones mentales, capacidad de pensar, formación de símbolos, creatividad y defensas tendrán relación con el buen funcionamiento de esta vincularidad.
Al salir del útero el bebé cae en esta nueva matriz ahora extrauterina que es el grupo familiar, en esta trama se pondrán en marcha redes vinculares que comprenderán los vínculos de pareja, vínculos paternos filiales, vínculos entre los hermanos y con la familia extendida.
La relación madre-padre-hijo, permite el armado del psiquismo, el mismo desde lo congénito y genético termina siendo extrauterino y es por esto que su logro va  a depender de las propuestas que le brinda el mundo externo. En el momento del nacimiento, el bebé posee nueve meses de maduración intrauterina. Al nacer presenta la capacidad de angustiarse cuando alguna necesidad lo acosa. Esto se relaciona con la aptitud de autopercibirse y autopreservarse. La angustia modificada por lo emocional se expresa en el cuerpo y esta capacidad de emocionarse es una condición del funcionamiento psíquico.
Por lo expresado anteriormente, es claro que desde los investigadores del armado del órgano mental en el ser humano sería imprescindible para un desarrollo sano el aporte de la madre y del padre.
No existen en la actualidad documentos e investigaciones serias que nos expliquen cómo se desarrolla este psiquismo cuando el aporte se realiza desde dos personas del mismo sexo.
Adopción
Sin lugar a dudas, el hecho indiscutible que atraviesa la situación de todo niño de cualquier edad que va a ser adoptado, está atravesado por una situación de abandono, que conlleva en quien realiza este acto la fantasía de no criar un hijo con la esperanza de que el abandono del mismo sea subsanado por otro, buen cuidador.
En general se trata de mujeres solas, sin compañeros y a veces adolescentes muy tempranas, que no tienen un grupo familiar contendor. Sin embargo, hay muchas otras razones por las cuales un niño puede llegar a ser adoptado por un grupo familiar.
Con respecto a la necesidad por parte de los adultos de llegar a una adopción, esta tiene que ver con el deseo no solo de desarrollar lo que es innato en la mujer, que es tener un hijo, sino que dicho acto tiene que ver con la angustia que le provoca al ser humano su condición de morible.
Tener un hijo es la forma de contrarrestar esta situación ya que evoca inmediatamente los hijos de los hijos, que garantiza la perennidad. “Funcionar como padres es jugar permanentemente a conjurar la vivencia de muerte que una y otra vez hace tambalear la incipiente mente de nuestros hijos” (Pérez Aurora, op. cit).
Todo ser humano adoptivo o no, guarda siempre un profundo temor al abandono dentro de su mente, en el niño que realmente ha sido abandonado este sentimiento se encuentra más agudizado. Es por ello que antes de llegar a una adopción la pareja debe haber elaborado una serie de situaciones, para cumplir bien los procesos de maternalización y paternalización.
En primer lugar debe haberse superado la situación de “esterilidad de la pareja”, ya que es ésta y no el hombre o la mujer de este vínculo el estéril. La situación de no acceder al hijo de una manera natural también debe ser elaborada, ya que esto implica un duelo de lo que podría ser y no es.
Cuando un bebé o niño llega al seno de una familia a través de la figura de la adopción, hay situaciones que también deben ser contenidas y superadas: las principales son los temores inconscientes a la herencia biológica y psicológica que éste niño pueda traer. El otro gran temor: cuando quiera conocer la realidad de su origen o a conocer a sus padres biológicos, si seguirá respondiendo al amor de hijo para con esta pareja.
Los miedos anteriormente mencionados exigen de parte de los jueces encargados de dar en adopción a un niño, la necesidad de saber si realmente estos padres han elaborado estas situaciones y se encuentran en condiciones psicológicas para garantizar un desarrollo sano del mismo.
El tema de Adopción, es un tema delicado que exige de parte de cualquier familia que se encuentre en este proceso, no solo capacidad de amar, sino de brindar un nido lo suficientemente sano, para que este ser humano que ya viene con un psiquismo particular, al ser víctima de una situación de abandono por cualquier razón que este sea, no termine más lastimado.
Videla y Maldonado expresan: “no importa la edad en que se adopta un hijo, lo importante es si somos capaces de quererlo prescindiendo de factores de satisfacción de nuestro narcisismo” (Videla M. y Maldonado M. “Hemos adoptado un hijo”). Lo que quiere decir que para llevar a cabo sanamente las funciones como familia en la adopción se deben haber superado muchas instancias, que tienen que ver con la elaboración de los duelos anteriormente mencionados y con el equilibrio psicológico de quienes van a tener a cargo la función de la familia como defensa de la vida.
Bibliografía

  • Bowlby, John. (1989). “Una base Segura. Aplicaciones cínicas de una teoría del apego”. Buenos Aires: Paidós
  • Cordié, Anny. (2004). “Doctor ¿por que nuestro hijo tiene problemas?”.
    Buenos Aires: Nueva Visión.
  • Pérez, Aurora. (2001). “Psicoanálisis; pediatría, familia y derecho”. Buenos Aires: Carybe
  • Puget Janine y Berenstein, Isidoro. (1991). “Psicoanálisis de la pareja matrimonial”. Buenos Aires: Paidós Ibérica.
  • Soifer, Raquel. (1980). “Psicodinamismos de la familia con niños”.
    Buenos Aires: Kapelusz.
  • Spitz, René. (1998) “El primer año de vida del niño”. México: Fondo de Cultura.
  • Videla, Mirta y Maldonado María Tereza. (1981) “Hemos adoptado un hijo”. Buenos Aires: TRIEB)
  • Winnicott, Donald. (2002). “Los procesos de maduración y el ambiente facilitador; estudios para una teoría del desarrollo emocional”. Buenos Aires: Paidós.

Eduardo Montoro

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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