Hasta ahora hemos tratado de la dialéctica ‘vocación-profesionalización’ sin hacer mayores distinciones entre las profesiones que afecta dicha dialéctica. Sin embargo el fenómeno moderno de la profesionalización y la mercantilización del trabajo afecta de un modo desparejo a las distintas profesiones en su mismo objeto y campo de trabajo. En este sentido podemos dividir las profesiones en dos:
- Aquellas que su mismo objeto y campo de trabajo incluye la comunicación personal con el cliente. Por ejemplo la pedagogía, el maestro, el profesor, el psicólogo, el psicopedagogo, el dirigente de una institución, el periodismo, etc.
- Y las profesiones en que la comunicación personal con el cliente no es parte esencial del mismo objeto y campo de dicha profesión. Por ejemplo la ingeniería, las ciencias duras, los oficios manuales, el arte, etc.
Respecto de las segundas la noción de profesionalización no afecta demasiado el resultado del trabajo, simplemente se mercantiliza, se paga por un resultado abstrayendo del modo como me comunique con el cliente. Es decir que no importa como sea el profesional, no importa si tiene buen trato o si es un cascarrabias, no importa si tiene rasgos paranoides o es un confiado, no importa si es bueno o malo desde el punto de vista moral, lo único que importa es que el resultado de su trabajo sea adecuado con las expectativas del cliente, entonces será un profesional.
Sin embargo esto no sucede con el primer tipo de profesiones que implican comunicación directa con el cliente y que esa comunicación es el objeto propio del accionar profesional. Ahí el ser del profesional no puede abstraer de su resultado. Un maestro paranoico causará estragos. Un psicólogo depresivo no puede ayudar a nadie. Del mismo modo en todas las profesiones en donde el mismo profesional en su dimensión personal se convierte en instrumento de trabajo para obtener un resultado determinado.
En esas profesiones la noción de ‘profesionalización’ que expulsa el aspecto vocacional, y, por otro lado no está moderada por una concepción clásica del hombre, se convierte ella misma en un obstáculo para la misma profesión. Un maestro que no ama enseñar termina, invariablemente, enseñando mal o poco, lo que es lo mismo, por más que se ‘profesionalice’. Un psicólogo que se esconda detrás de una supuesta actividad profesional termina poniendo una barrera al paciente, termina proyectándole la idea, en alguna medida y en algún lugar, de que el emergente del intercambio es mercantil, que hay una farsa de contacto humano, lo cual hace que el resultado mismo del trabajo profesional sea deplorable o contrario a lo esperado.
Paradójicamente la ‘profesionalización’ radical, según la semántica moderna, de este tipo de profesiones termina obteniendo un resultado muy poco profesional.
- Conclusión
Han quedado señalados varios aspectos que hacen a la noción moderna de ‘profesionalización’ por medio de un análisis diacrónico, es decir que no nos hemos quedado en la mera fenomenología del problema actual, sino que hemos tratado de descubrir la génesis de tal problema.
En tal sentido ha quedado en claro que la noción de ‘profesional’ y de ‘profesionalización’ es algo totalmente moderno y hemos confrontado esa génesis en relación al ‘maestro’ y al ‘profesor’ como punto de partida de la noción del ‘profesional’. Por otra parte hemos estudiado la contraparte clásica del ‘profesional’ que es la noción clásica de ‘oficio’.
En todas estas comparaciones hemos visto los aspectos reduccionistas del ‘profesionalismo’ que ha desembocado en la dialéctica insoluble entre ‘vocación’ y ‘profesionalización’. Insoluble al menos desde la perspectiva dicotómica moderna.
Finalmente hemos visto que el ‘reduccionismo’ del profesionalismo afecta de manera muy distinta a las distintas profesiones, y que termina afectando de un modo radical a las profesiones que usan la persona del profesional como instrumento de trabajo. El estadio siguiente al que nos lleva nuestro análisis es de orden más positivo que la deconstrucción hasta aquí descripta. Por lo que sería interesante un posterior trabajo de integración orgánica de todos los elementos que dicotómicamente ha disociado la noción moderna de ‘profesionalización’ al modo de propuesta positiva y holística que subsane la problemática moderna.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
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