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El ser humano jamás deja de maravillarme. Es siempre para mí el espectáculo por excelencia, el paisaje por antonomasia y hasta tal punto me es así que en mi percepción subjetiva de la realidad no me interesa el viajar y el conocer lugares, por el contrario me interesa cien veces más la cultura de esos lugares. Por eso cuando estuve en Europa conocí muy poco, relativamente hablando, sólo aquellos lugares donde me podía instalar el tiempo suficiente como para penetrar en algo su cultura, cosa que obviamente no se hace en un tour de un mes por las principales ciudades europeas.
Repito, no paro de sorprenderme con el hombre y lo que quería compartir con ustedes en este post es una anécdota con un sobrinito mío, el Tincho. El Tincho (con artículo porque su identidad se configura en el interior) tiene un año y tres meses. Es un bebé inquieto, vivaz , alegre y muy temperamental.
Quería contarles algo que observé en él, que seguramente se da en la mayoría de los niños de esa edad y que no lo encontré en ningún libro de psicología evolutiva, ni siquiera en Piaget.
El Tincho tiene rabietas, como cualquier infante de esa edad, normalmente frente a frustraciones respecto de cosas que quiere y que no se le pueden dar en ese momento, lo bueno del Tincho es que se le pasan rápido, no como su hermanita que es bastante más perseverante que el Tincho… Su vocabulario actualmente es de 5 palabras, bueno 6 si incluimos la partícula “no”, sabe decir: mamá, papá, papa, agua y adi (que es el modo en que repite Guadi, el nombre de la hermanita). Por el resto un niño normal en su estadio de desarrollo.
Ahora bien,  el Tincho manifiesta de un modo muy particular las rabietas: aprieta los puños a la altura del menton, como un boxeador, pero manteniéndolos en una línea paralela, no como el boxeador una mano adelante y otra atrás, sino a la misma distancia del cuerpo. Pone las manos de ese modo, se pone tenso, crispa los puños y llega temblar de la tensión que le produce la rabia de su frustración contenida. A esos episodios, en mi familia, les hemos dado en llamar “los nervios”.
Hasta aquí nada notable, ni fuera de lo común, esto lo hacía desde muy pequeño, desde los 6 o 7 meses. Lo notable del caso fue que alrededor del año de edad comenzó a hacer una parodia de sí mismo, hacía “los nervios” pero no porque estuviera frustrado o enojado sino para hacer reír a quienes estaban cerca. Obviamente la gracia fue ‘reforzada’ por el ambiente y se consolidó. Hoy en día, cuando él quiere y se le da la gana, repite la gracia frente al pedido de alguien que le dice: “Tincho, ¡hacé los nervios!”. Se pone tenso, levanta los puñitos y trémulo por el esfuerzo tiembla de aparente rabia delante de su ocasional público, para terminar riéndose tímidamente, como si captara que no es la gracia lo que hace reír de un modo directo, sino la parodia de sí mismo que crea lo que en realidad provoca las risas…
He convivido con esto varios meses sin que me llame la atención, pero hoy hizo click en mi cabeza y me dije: ¡qué maravilloso, rico y complicado juego de operaciones implican un conato de parodia de sí mismo en un niño de un año!¡Cuán absolutamente humano es ya este hombrecito de 16 meses!
Para parodiarse es necesario:

  1. En primer lugar la elaboración de una imagen de sí, incontrastable indicio de un yo incipiente. Los monos hacen gracias pero no parodias de sí mismos.
  2. En segundo lugar la capacidad de distinguir el yo (o el self, depende de la escuela) de esa imagen para poder volver sobre ella en una reflexión total, poder de algún modo “mirarse desde afuera”.
  3. En tercer lugar la continuación o mismidad en el tiempo del yo, que se reconoce a sí mismo y se autoatribuye estados totalmente incompatibles y heterogéneos entre sí: -el de realmente irritado -el de tranquilidad y finalmente -el de parodiarse a sí mismo cuando está irritado y la burla que conlleva. Este último prueba la percepción de la mismidad ya que es un tercer estado en el que se imita a sí mismo en el primer estado.
  4. En cuarto lugar la individuación yoica ya está presente, si hay una imagen de sí que permite una parodia de sí nos lleva a la conclusión obvia que se ha elaborado a este punto la individuación de sí respecto de la madre y respecto de los otros con los cuales interactúa.
  5. En quinto lugar, lo más increíble, la captación de la inadecuación y desproporción de su estado nervioso. Alguien podría objetar que en realidad lo hace nada más que por el refuerzo que implica la aprobación social. Sinceramente no lo creo, porque nadie le enseño a hacer “los nervios” es algo que surgió espontáneamente, seguramente que no lo elaboró solo, pero tampoco me parece que lo haya elaborado únicamente en función de la aprobación social que implicaba tal gesto. Fue una elaboración “en sintonía”, según mi opinión, como la mayoría de los aprendizajes, algo había en él que reconocía la desproporción del estado y que se confirmó con la aprobación social generada por su actitud. Captar la “desproporción de lo que puede causar gracia” implica necesariamente dos términos, por un lado lo desproporcionado y por otro lo que se supone que sería lo adecuado, de otro modo no habría desproporción. Cuando algo nos hace reír es porque captamos que un determinado hecho se salta desproporcionadamente de lo que adecuadamente debería suceder en ese momento. El Tincho en alguna medida captó eso también, pero eso no es lo más notable, lo llamativo es que ya tenga a esa edad un primitivo concepto (o esquema, no concepto en el sentido plenamente lingüístico e ideatorio) de adecuación, proporción y normalidad  para poder reírse de la desproporción y finalmente parodiarse.

Ojalá la vida y su libre voluntad le conserven siempre, al Tincho, esta habilidad de parodiarse, del humor, que es primo hermano de la humildad y el camino para el salto al estadio religioso, según San Kirk.
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Eduardo Montoro

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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