TESTOSTERONA, ¿UN DON O UNA MALDICIÓN?
Las hormonas masculinas, especialmente la testosterona, son las que aportan la agresividad que permitía al hombre ir a cazar y matar a su presa. La testosterona es, en parte, la responsable de la supervivencia del hombre como especie, puesto que impulsaba a los hombres a buscar comida, a luchar y a atacar a sus enemigos. También es la hormona responsable de la barba, de la calvicie, de las voces graves y de la excelente habilidad espacial. Los barítonos tienen el doble de eyaculaciones que los tenores y mucha gente a la que se le ha inyectado esta hormona ha experimentado menos dificultades para leer mapas y guías. También es curioso que el hecho de ser zurdo y el asma se hayan relacionado con la testosterona y se ha comprobado que los hombres que fuman como carreteros o que beben alcohol en exceso muestran bajos niveles de testosterona en la sangre.
La desventaja de la testosterona para el hombre moderno es que, a menos que tenga una válvula de escape en alguna actividad física, puede causarle problemas agresivos y sociales. Puesto que durante los 12 y los 17 años los adolescentes descargan grandes cantidades de testosterona en el cuerpo, los chicos de estas edades constituyen los índices más altos de criminalidad. Si a un hombre pasivo se le inyecta testosterona se convertirá en un hombre seguro de sí mismo y dominante. La misma dosis en una mujer aumentaría su nivel de agresividad, pero no tendría un efecto químico tan drástico como en el hombre. El cerebro masculino está estructurado para reaccionar a la testosterona, mientras
hormonales, que varían de mujer a mujer.
¿En qué se diferencia un hombre con una crisis a los 40 de un payaso de circo?
Que el payaso sabe que lleva traje de payaso.
La menopausia en los hombres es un hecho que se puede predecir con facilidad porque les da por llevar gafas de sol de aviador, guantes de cuero, transplantes de pelo, ir de compras con la moto o el deportivo rojo y comprarse ropa poco adecuada.
TESTOSTERONA, ¿UN DON O UNA MALDICIÓN?
Las hormonas masculinas, especialmente la testosterona, son las que aportan la agresividad que permitía al hombre ir a cazar y matar a su presa. La testosterona es, en parte, la responsable de la supervivencia del hombre como especie, puesto que impulsaba a los hombres a buscar comida, a luchar y a atacar a sus enemigos. También es la hormona responsable de la barba, de la calvicie, de las voces graves y de la excelente habilidad espacial. Los barítonos tienen el doble de eyaculaciones que los tenores y mucha gente a la que se le ha inyectado esta hormona ha experimentado menos dificultades para leer mapas y guías. También es curioso que el hecho de ser zurdo y el asma se hayan relacionado con la testosterona y se ha comprobado que los hombres que fuman como carreteros o que beben alcohol en exceso muestran bajos niveles de testosterona en la sangre.
La desventaja de la testosterona para el hombre moderno es que, a menos que tenga una válvula de escape en alguna actividad física, puede causarle problemas agresivos y sociales. Puesto que durante los 12 y los 17 años los adolescentes descargan grandes cantidades de testosterona en el cuerpo, los chicos de estas edades constituyen los índices más altos de criminalidad. Si a un hombre pasivo se le inyecta testosterona se convertirá en un hombre seguro de sí mismo y dominante. La misma dosis en una mujer aumentaría su nivel de agresividad, pero no tendría un efecto químico tan drástico como en el hombre. El cerebro masculino está estructurado para reaccionar a la testosterona, mientras que el femenino no lo está. La razón todavía se desconoce, pero está claro que está relacionada con la habilidad espacial.
A las mujeres se les debería advertir del peligro
de contables zurdos, calvos, con barba y con voz de barítono,
que son capaces de mirar el mapa y estornudar al mismo tiempo.
Cuando los hombres llegan a los 50 o 60 años, sus hormonas masculinas decrecen y se vuelven menos agresivos y más cariñosos. En las mujeres, ocurre la reacción contraria porque sus niveles de estrógeno disminuyen y los de testosterona aumentan. Por eso las mujeres, cuando alcanzan los 45 o 50 años se vuelven más firmes y confían más en sí mismas. En contrapartida, a estas mujeres les empieza a crecer más vello facial y sufren ataques de nervios.
EL MISTERIOSO CASO DE LA VAJILLA VOLADORA
La autora del libro, Barbara Pease, desconocía que la nueva píldora anticonceptiva que le habían recetado contenía altos niveles de testosterona. Su marido Allan, enseguida se dio cuenta del valioso arte de saber esquivar platos, tazas y otros objetos voladores que ella le lanzaba durante su fase premenstrual y también volvió a recuperar uno de sus puntos fuertes en la infancia, el spring en distancias cortas. Sin embargo, parecía que la habilidad de Barbara (o mejor dicho, la falta de habilidad) para aparcar en línea, ya no provocaba discusiones. Desde que empezó a tomar esta píldora se le daban mucho mejor las maniobras para aparcar.
Los análisis de sangre revelaron que Barbara sufría un exceso de testosterona y que, consecuentemente, era necesario cambiarle de píldora. En menos de un mes, sus cambios emocionales mejoraron sustancialmente, pero Allan se sentía como si ahora estuviese viviendo con una bibliotecaria que quería convertirse en monja. Finalmente, el tercer cambio de píldoras situó su testosterona a un nivel adecuado, mucho más seguro para su vida matrimonial y, sobre todo, para su vajilla.