SÍNDROME PREMENSTRUAL Y APETITO SEXUAL
El síndrome premenstrual es uno de los problemas más importantes de la mujer moderna, ya que sus antepasadas no lo padecían. Hasta hace poco, las mujeres solían estar embarazadas la mayor parte del tiempo, lo que significaba que una mujer normal sólo padecía problemas premenstruales de 10 a 20 veces en toda su vida, frente a las 12 veces al año que lo padece la mujer moderna. Si la mujer moderna tiene una media de 2,4 hijos, esto significa que la mujer moderna tiene que padecer síndrome premenstrual de unas 350 a 400 veces entre los 12 y 50 años y, si no tiene hijos, esta cantidad asciende a las 500 veces.
¿Por qué mandaron a tantas mujeres
con síndrome premenstrual a la Guerra del Golfo?
Porque peleaban como animales y retenían agua durante cuatro días.
Hasta que se introdujo la píldora anticonceptiva en la década de los cincuenta, nadie se había fijado en que la mujer presentaba altibajos en su carácter. Durante los 21 días después de la menstruación, el estrógeno provoca una sensación de bienestar y aporta sentimientos positivos y felices a la mayoría de las mujeres. Su apetito sexual va aumentando gradualmente, ya que ciertos días serán más propicios para la gestación, exactamente entre los 18 y los 21 días después de la menstruación en que los niveles de testosterona alcanzan su nivel máximo.
La naturaleza es sabia y posee un reloj biológico para la mayoría de las hembras, por lo que su apetito sexual aumenta en los días más propicios para concebir. Este hecho se puede observar fácilmente en la mayoría de las hembras animales. Con los caballos, por ejemplo, la yegua juguetea y excita al macho, pero no le permite que la monte hasta que su óvulo está en la posición correcta para ser fertilizado. Las mujeres no son conscientes de que algo similar ocurre también en su organismo.
Por esta razón, una mujer se puede encontrar inexplicablemente por la mañana en la cama de un hombre que acababa de conocer la noche anterior y se siente fatal, sabe que ha sido un error y ni siquiera se explica cómo pudo pasar. «No sé que pasó —dijo una mujer—. Lo conocí en una fiesta y, antes de que me diese tiempo a conocerle, ya estábamos en la cama. Nunca había hecho algo así». Al igual que otras hembras del mundo animal, esta mujer conoció a ese hombre en el momento adecuado del mes, en el que tenía más probabilidades de concebir. La información genética del sistema inmunológico del hombre y de otras muchas características masculinas fueron decodificadas subconscientemente en el cerebro de la mujer. Si el hombre aprobó el test y poseía un nivel aceptable de probabilidades para ser padre, la naturaleza se encargó del resto. Las mujeres que han tenido este tipo de experiencias no se lo explican y muchas buscan la causa en el «destino» o en «una extraña atracción magnética», en vez de buscar el origen en su conducta hormonal. Como resultado de estos incidentes, muchas mujeres se ven atrapadas de por vida con parejas inapropiadas. Los hombres, por su lado, ¡darían lo que fuese por saber cuándo es el momento para atacar!