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7-Nuestro cóctel químico. El caso de Peter y Paula.

El caso de Peter y Paula.

P eter le pregunta a Paula si quiere ir a cenar con él. Ella accede y pasan un buen rato. En realidad, se lo pasan tan bien que deciden salir en serio. Un año después, cuando vuelven a casa después de ver una película en el cine, Paula le pregunta a Peter lo que le gustaría hacer para celebrar su primer aniversario. Peter dice: «Pues podríamos pedir una pizza y ver el partido de fútbol que dan por la tele». Paula se queda muda. Peter sospecha que hay algo que va mal y le dice: «Bue­no, si no quieres que pidamos pizza podemos pedir que nos traigan comida china». Paula responde: «Está bien», pero sigue callada.

Peter piensa: «Ya ha pasado un año. Qué pronto pasa el tiempo. Eso significa que debió ser en enero cuando empezamos a salir y fue por entonces cuando me compré el coche, con lo que pronto cumplirá la garantía y aquel mecánico me dijo que arreglaría aquella luz indicati­va del aceite en el salpicadero… y la caja de marchas tampoco funciona nada bien».

Mientras tanto Paula piensa: «Pues si lo que quiere es pedir pizza y ver la tele para celebrar nuestro aniversario es que, en realidad, no le importo demasiado… la próxima noticia será que sus amigos también van a venir. A mí me gustaría una cena romántica con velas, música lenta y hablar de nuestro futuro. Está claro que nuestra relación no le importa tanto como a mí. Quizás se haya visto un poco aprisionado. Yo quiero que se comprometa más, pero parece que le da miedo, claro que ahora que lo pienso mejor, a mí también me gustaría tener más espacio para salir con mis amigas. Creo que necesito algo de tiempo para pensar en nuestra relación… quiero decir, ¿Tenemos algún futuro? ¿Vamos a seguir así, viéndonos ocasionalmente o nos vamos a casar? ¿Va­mos a tener hijos o no? ¿Estoy preparada para un compromiso tan importante? ¿Realmente quiero pasar el resto de mi vida con él?».

Peter, mientras tanto, se da cuenta de que la luz del aceite vuelve a fallar, frunce el ceño y piensa: «Esos imbéciles del taller me dijeron que la arreglarían y ahora la garantía del coche se acabará y no me la han arreglado».

Paula le mira y empieza a pensar: «Está frunciendo el ceño… eso es que no es feliz… seguro que piensa que estoy gorda y que visto fatal. Ya sé que tendría que ponerme menos maquillaje y hacer más ejerci­cio. Siempre está diciendo lo deportiva que es Carric y cuánto me convendría ir al gimnasio con ella. He hablado de esto con mis amigas y todas creen que tendría que quererme tal y como soy, en vez de inten­tar cambiarme… quizás tengan razón».

Sin embargo los pensamientos de Peter están a años luz: «¡Creo que les voy a decir cuatro cosas a esos mecánicos! A ese atajo de chapuzas…»

Paula mira a Peter de reojo y piensa: «Parece preocupado… sí, reco­nozco esa expresión en su cara y puedo notar su tensión. Pero, puede que me esté equivocando… igual lo que él quiere es que nos comprometamos más y ha notado que yo no estoy demasiado segura… ¡Sí. Seguro que es eso! Por eso no me habla… por eso no quiere abrirse y contarme sus sentimientos porque tiene miedo de que le rechace. Sí, puedo notar que está un poco herido.»

Peter, mientras tanto, está pensando: «Espero que lo arreglen bien esta vez. Ya les dije que tenía problemas con este coche y no hicieron más que culpar al fabricante. Como me vuelvan a decir que el proble­ma no está cubierto por la garantía… tendremos que llegar a las ma­nos… este coche me ha costado un ojo de la cara y sólo quiero que…»

—¿Peter? —dice Paula.

—¿Qué? —responde Peter, un poco molesto de que le hayan interrumpido en su pensamiento.

—       Por favor, no te tortures así… vale, quizás me esté equivocando… ahora me siento tan mal… pero necesito tiempo… ya, sabes, no es fácil tomar decisiones.

—       ¡Eso está claro! —gruñe Peter.

—       Seguramente piensas que estoy actuando de forma inmadura, ¿no? —No —responde Peter, muy confundido.

—       Es que… es que no tengo las cosas claras… estoy confundida… necesito pensar sobre ello —dice ella.

Peter piensa: «Pero, ¿de qué está hablando? Bueno, le diré a todo

que sí, y seguro que mañana ya se le ha pasado. Seguro que debe estar en esa fecha del mes en la que se pone tan tonta».

«Gracias, Peter… no sabes lo que esto significa para mí», responde Paula. Le mira a los ojos y se da cuenta de que es alguien muy especial y de que necesita reflexionar mucho sobre su relación.

Por la noche, Paula no hace más que pensar y dar vueltas en la cama y por la mañana llama a su amiga Carric para hablar sobre ello. Deciden quedar para comer y hablar sobre Peter y los problemas que tienen. Mientras tanto, aquella noche, al volver a casa, Peter abrió una cerveza y puso el televisor. El piensa que Paula estaba muy rara, pero seguramente no era nada más que el síndrome premenstrual.

Paula y Carric se encuentran y hablan largo y tendido sobre el tema. Unos días después, Peter se encuentra al novio de Carric, Mark, que le dice: «Así que tú y Paula tenéis problemillas, ¿no?» Peter se queda pasmado y no sabe qué decir: «Pues no sé de qué estás hablando —dice Peter sonriendo— …pero a ver si me echas un vistazo en el indi­cador del aceite, anda…».

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