¿POR QUÉ SOMOS QUIENES SOMOS?
En una época en la que criamos a los niños y a las niñas como si fuesen idénticos, la ciencia está probando que en realidad su forma de pensar es notablemente divergente. La conclusión a la que han llegado neurólogos e investigadores cerebrales de todo el mundo es que somos quienes somos debido a nuestras hormonas.
Somos quienes somos debido a las hormonas.
Somos el resultado de nuestra química.
El pensamiento de finales del s. XX sostiene que nacemos con una mente en blanco y que nuestros padres, profesores y entorno dictan nuestras actitudes y nuestras elecciones. Sin embargo, las investigaciones cerebrales revelan que nuestra mente está configurada como un sofisticado ordenador hacia las 6-8 semanas después de la gestación. En esa fase el «sistema operacional» está en marcha y ya hay instalados numerosos «programas» para que al nacer estemos ya predeterminados, como si se tratase de un ordenador que viene equipado con programas de disco duro y otros complementos.
La ciencia también demuestra que el sistema operativo básico y su estructura sólo se modifican limitadamente después del nacimiento. Nuestro entorno y los profesores sólo pueden añadir datos y poner en marcha programas que sean compatibles con nuestra configuración. Además, hasta ahora no ha habido «instrucciones de uso» a nuestra disposición. Esto significa que cuando nacemos nuestras elecciones futuras y preferencias sexuales ya están determinadas. ¿Naturaleza vs. crianza? Ya no hay cuestión. La naturaleza ganó la batalla desde el principio y ahora sabemos que criar y educar a un niño son conductas adquiridas, tal y como demuestran las madres adoptivas, que crían y educan a los niños como si se tratase de sus madres biológicas.
PROGRAMAR EL FETO
La mayoría de nosotros tenemos 46 cromosomas que serían como los ladrillos para un edificio o como la tinta para una pluma. De estos cromosomas, 23 provienen de la madre y los 23 restantes del padre. Si el cromosoma proveniente de la madre que hace el número 23 es X y el del padre también, el resultado es un bebé XX, es decir, una niña. En cambio, si el cromosoma número 23 del padre es una Y se obtendrá un bebé XY un niño. La plantilla básica del cuerpo del ser humano es femenina (todos somos creados en un principio como niñas) y por eso los hombres mantienen ciertos rasgos femeninos como los pezones y las glándulas mamarias.
La ciencia demuestra que Eva fue la primera.
Entre las 6 y 8 semanas después de la concepción, el feto todavía no tiene sexo y puede desarrollar potencialmente tanto genitales femeninos o masculinos.
Gunther Dorner, científico alemán pionero en ciencias sociales, fue uno de los primeros en apoyar la teoría de que nuestra identidad sexual se forma entre las seis y las ocho semanas posteriores al momento de concepción. Su investigación demostró que si el feto es genéticamente masculino (XY), desarrollará células especiales que producirán grandes cantidades de hormonas masculinas, especialmente la testosterona, hasta formar los testículos y configurarán el cerebro siguiendo los rasgos masculinos como, por ejemplo, la visión a larga distancia y las habilidades espaciales para facilitar la persecución, el tiro y la caza.
Supongamos que un feto masculino (XY) necesita al menos una unidad de hormona masculina para formar los genitales masculinos y otras tres unidades para configurar el cerebro de forma que funcione según los patrones masculinos, pero que por alguna de las razones que discutiremos más adelante, no recibe la dosis hormonal requerida. Imaginemos que necesita cuatro hormonas masculinas y sólo recibe tres. En este caso, la primera hormona se utilizará para formar los genitales masculinos, pero el cerebro sólo recibirá dos hormonas masculinas, resultando dos tercios de su estructura masculinos y un tercio femenino, por lo que el bebé será un niño, pero cuando vaya creciendo, aunque su cerebro será principalmente masculino, compartirá habilidades y patrones de pensamiento femeninos. Ahora supongamos que el feto masculino sólo recibe dos unidades de hormonas masculinas. Una de ellas se utilizará para formar los testículos y, por esta razón, el cerebro sólo podrá contar con una hormona en lugar de las tres necesarias para estructurar el cerebro masculino. De este modo, el bebé será genéticamente un niño, pero su forma de pensar será básicamente femenina. Cuando este bebé llegue a la pubertad, seguramente se convertirá en homosexual. En el capítulo octavo explicaremos este proceso.
Cuando se trata de un feto femenino (XX), hay muy poca (o inexistente) presencia de hormonas masculinas por lo que se formarán genitales femeninos y las estructuras cerebrales serán femeninas. Más adelante, el cerebro se configurará con hormonas femeninas y desarrolla características de defensora del hogar, incluyendo centros neuronales que se encargarán de descodificar tanto las señales verbales como las de otro origen. El bebé será una niña y su conducta será femenina debido a su estructura cerebral. Hay ocasiones en que, normalmente por accidente, el feto femenino recibe dosis significativas de hormonas masculinas por lo que, aunque el bebé sea una niña, tendrá un cerebro más o menos masculino según la dosis recibida. También trataremos estos casos en el capítulo octavo.
Se estima que entre el 80 y el 85 por ciento de los hombres tienen una estructura cerebral masculina, resultando un porcentaje de hombres con cerebros feminizados, en mayor o menor medida, de entre el 15 y el 20 por ciento. La mayoría de los hombres que pertenecen a este último grupo son homosexuales.
Entre el 15 y el 20 por ciento de los hombres
tienen cerebros feminizados,
mientras que el 10 por ciento de las mujeres
tienen cerebros masculinizados.
Cuando en este libro se menciona el sexo femenino, nos referimos al 90 por ciento de las niñas y mujeres que cuentan con una estructura cerebral femenina. Alrededor del 10 por ciento de las mujeres tienen una estructura cerebral que, en mayor o en menor medida, posee habilidades masculinas, puesto que recibieron una dosis hormonal masculina entre las seis y ocho semanas posteriores a su concepción.
A continuación presentamos un test muy sencillo, pero muy efectivo, que le mostrará hasta qué punto su cerebro está estructurado con pensamiento femenino o masculino. Las preguntas han sido extraídas de varios prestigiosos estudios sobre la sexualidad en el cerebro humano y el sistema de puntuación fue desarrollado por la genetista británica Anne Moir. No hay respuestas mejores o peores, pero el resultado le ofrecerá pistas interesantes sobre porqué usted toma ciertas decisiones y piensa de una determinada forma. Al final del test, puede anotarse el resultado en la gráfica que se ofrece en la página 79. Fotocopie el test y haga la prueba con sus familiares y compañeros de trabajo, el resultado será interesante para todos.