Melissa dio a luz a dos gemelos, un niño y una niña. A Jasmine la arroparon con, una mantita rosa y a Adam con una azul. Los familiares le llevaron a la niña muñecos de goma y peluches, mientras que al niño le llevaron una pelota pequeña y una camiseta de fútbol diminuta. A Jasmine, todos le hacían arrumacos y le decían cariñosamente que era una niña guapísima y monísima, aunque sólo las mujeres de la familia la tomaban en brazos y la acunaban. Si los familiares eran hombres, solían prestarle más atención a Adam, le hablaban más alto, le tocaban el ombligo, lo zarandeaban arriba y abajo y le hablaban de su brillante futuro como jugador de fútbol.
Seguro que estas descripciones nos resultan familiares a todos, pero a raíz de esta conducta, surge la siguiente pregunta: «¿la conducta que presentan los adultos se debe a los factores biológicos o a una conducta aprendida que ha perdurado generación tras generación? ¿Se trata de una cuestión de naturaleza o de educación?
Durante la mayor parte del s. xx, los psicólogos y sociólogos creyeron que nuestra conducta y preferencias se adquirían de los condicionantes sociales y del entorno. Sin embargo, se sabe que la capacidad de educar y criar a los niños se aprende, puesto que las madres adoptivas, ya se trate de seres humanos o monos, suelen criar a sus hijos igual que las madres biológicas. Por otro lado, los científicos han afirmado que la biología, la química y las hormonas son los principales responsables de la conducta. A partir de 1990 se divulgaron una serie de evidencias aplastantes que confirmaban el argumento científi‑
co de que los seres humanos nacemos ya con una estructura que dictará y condicionará nuestra conducta. El hecho de que en la antigüedad los hombres se dedicaran a la caza y las mujeres a criar a los niños condiciona, incluso en la actualidad, nuestra conducta, creencias y prioridades. Un importante estudio realizado en la Universidad de Harvard demuestra que además de tratar de forma diferente a los bebés, dependiendo de que sean niños o niñas, también empleamos palabras diferentes. A las niñas se les suele decir: «Está para comérsela», «¡Qué mona!» «Es preciosa» mientras que es frecuente oír decir a un niño «¡Hey, grandullón!» y «¡mira que fuerte estás!»
Aun así, que a las niñas les regalen muñecas Barbie y a los niños Action Men no afecta ni condiciona tanto su conducta como se cree, simplemente la refuerza. En esta línea, el mencionado estudio de Harvard concluyó que la conducta divergente hacia los niños o las niñas sólo acentuaba las diferencias que ya existían. Si ponemos un pato en un lago empezará a nadar. Si observamos al pato con detenimiento, notaremos que tiene los dedos de las patas unidos. Si analizamos su cerebro, comprobaremos que el pato tiene un «módulo para nadar» antes de nacer. El lago es sólo una circunstancia que está ahí, pero no es lo que provoca su conducta.
Las investigaciones demuestran que estamos más condicionados por los factores biológicos que por los estereotipos sociales. Somos diferentes porque la estructura de nuestro cerebro es distinta y, por ello, también vemos el mundo desde otro ángulo y tenemos valores y prioridades distintos. Esto no significa que seamos mejores o peores, simplemente diferentes.
UNA GUÍA DEL COMPORTAMIENTO HUMANO
Este libro es como una guía para viajar a una cultura y un país extranjeros. Contiene frases coloquiales y locales, lenguaje verbal y explicaciones de porqué los habitantes de ese país manifiestan esa conducta peculiar.
La mayoría de los turistas viajan al extranjero sin haber indagado demasiado con anterioridad y, por ello, se sienten intimidados o sim‑
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plemente critican a los habitantes del país porque no les hablan en inglés o porque no comen hamburguesas y patatas fritas. Sin embargo, para poder disfrutar y enriquecerse de la experiencia de una cultura diferente hay que entender la historia y la evolución de ese pueblo. El siguiente paso es aprender las frases esenciales para la comunicación e intentar sumergirse en su estilo de vida a fin de poder experimentar y apreciar profundamente su cultura. De esta forma usted no parecerá o actuará como un turista típico (la clase de persona para quien es lo mismo viajar que estar sentado en el sofá pensando sobre otros países).
Este libro le enseñará a disfrutar y enriquecerse del conocimiento del sexo opuesto pero, para ello, es esencial que aprenda sobre su historia y su evolución.