Los hombres se quedan maravillados de la capacidad de las mujeres para entrar en una sala llena de gente y poder hacer inmediatamente un comentario sobre cada uno de los presentes. Por su parte, las mujeres no pueden creerse que los hombres puedan ser tan poco observadores. Los hombres se quedan asombrados de que una mujer no sea capaz de ver la luz roja intermitente del aceite en el «cuadro de mando» del coche y que, sin embargo, detecte sin problemas un calcetín sucio en un rincón oscuro a 50 metros. Las mujeres se quedan atónitas de que un hombre pueda aparcar en línea en un espacio minúsculo mirando por el espejo retrovisor y, pese a todo, nunca sepa encontrar el punto G.
Si una mujer está conduciendo y se da cuenta de que está perdida, parará donde pueda y le pedirá a alguien que le indique el camino. Un hombre considera este acto una clara muestra de debilidad y por eso no le importa conducir en círculos durante horas y horas murmurando frases como: «Mira, he encontrado una nueva forma de llegar aquí» o «Sé que estoy muy cerca» y «¡Sí, me acuerdo de esa gasolinera!».