Así decía Melquíades cuando las cosas se ponían de tal manera que no había otro recurso sensato al que echar mano…
Yo no sé, a estas alturas, si conviene huir hacia la derecha o hacia la izquierda… ¡o hacia dónde…! Pero de que conviene HUIR, no me cabe ninguna duda…
Máxime cuando uno es jovencito, o no tan jovencito pero muy ingenuo, como en el caso de la muchachita de los post anteriores que, además de haber pasado por las cosas detalladas en ellos (completamente objetivas, tal como sucedieron), fue sometida al jueguito que voy a describir.
Pero antes de continuar, en honor a la verdad, tengo que decir que cuando me refiero a “la muchachita”, en realidad me estoy refiriendo a tres. Porque fueron tres las jóvenes que buscaron consejo en un sacerdote “del palo” (porque las chicas también lo eran), esperando una orientación clara y veraz, y a conciencia, porque ellas, con todo su entusiasmo por concretar una vocación, no estaban jugando…
Curiosa la coincidencia que acabo de ver: eran tres, pero hablamos de una, en singular, como le sucedió a Abrahám en la encina de Mambré. Así que aprovecho esta coincidencia y me encomiendo al Santo Patriarca, para que me ayude a decir lo que, en conciencia, veo que hay que decir, que es bien serio.
Volviendo al punto, sigo con el relato.
Viene, un día, la más ingenua de todas y me dice entre risas y un poco de extrañeza:
– ¿Sabe que ayer estuve con Fulanita y Menganita y las monjas nos hicieron, a las tres, el “juego de la obediencia”…? –
– (Atónita, pero disimulando)… ¿Y cómo era eso, querida? –
– Mire: nos hacían pasar, de a una por vez, a una habitación en donde estaba la Superiora. Cuando una entraba, tenía que sentarse frente a ella (ella también estaba sentada frente a mí, en este caso). Me pusieron un plato en la falda, pero yo no tenía que mirar absolutamente nada del plato ni de lo que había adentro, sólo mirar fijamente a la Superiora y repetir, en espejo, los gestos que ella hacía. Por ej.: se tocaba la frente con el dedo y yo debía hacer lo mismo, tocaba con su dedo su plato y se lo pasaba por la nariz, y yo debía hacer lo mismo con el mío y tocarme la nariz, etc. Fue una risa, porque como yo le hice caso y no miré lo que había en el plato, ¡quedé toda pintada porque había ceniza! Después nos matábamos de la risa… –
– ¿Y las otras dos, qué hicieron? –
– No, a ellas no les pasó nada porque se dieron cuenta en seguida, así que todas nos reíamos de cómo quedé yo… –
– (Tratando de hacerla pensar) ¿Vista, m’hijita? Esto te tiene que enseñar a que, si vos das a un ser humano (por santito que parezca) la obediencia y confianza “ciega” que sólo se debe a Dios… ¡terminás estropeada! –
Por curiosidad, porque la verdad que estaba decepcionada del cura, le pregunté si había referido este “jueguito” a su asesor, y qué le había dicho. – Sí, le conté, pero lo único que me dijo fue: “Nunca escuché eso…” – (Aclaro yo que ese tipo de respuesta suelen darla algunos cuando no quieren decir directamente que algo está mal. Dejan caer medias frases, sugieren algo o lo dejan flotando en el aire: si uno lo capta, bien. Y si no, paciencia y que Dios te ayude…).
Vean Uds. si, con la ingenuidad de esta joven, podía procederse de esta manera, con una frase tan escueta y volátil.
Inmediatamente traté de explicarle con la mayor claridad posible qué tipo de técnica les estaban aplicando a las tres para ver el grado de docilidad, confianza, etc., que pueden mostrar hacia un superior, y cómo probablemente las tratarían después.
Y, efectivamente así fue: las vejaciones relatadas en los post anteriores fueron dirigidas hacia una de las que tiene, todavía, un resto de sentido común…
Intenté de todos modos decirle que se apartara de ese instituto, que les avisara a las otras dos para que no fueran más: podían mirar otras cosas, caramba. Pero claro, estaba de por medio “EL RITO” dámaso-gregoriano, y la explosión entusiasta del “Summorum” todavía en su apogeo…
Y el asesor ensotanado, en la estratósfera: por más que fui a verlo, detallándole punto por punto las cosas, y recordándole que yo no hablaba porque sí, no acababa de tomar conciencia de que con la edad cronológica de las jóvenes (y la falta de formación y madurez lógicas) era imposible esperar que supieran “evaluar la situación” y que no acabaran encerradas y adormecidas dentro de ese instituto.
Alguno de Uds. que lee esto, quizá me pregunte: “Está mal esto, Ud. tiene razón, pero ¿por qué se asusta tanto?” Primero, porque como dije en los otros posts, es tremendo el daño que estas cosas causan en la persona, uno queda, literalmente, atontado.
Y, segundo, y aquí va lo grave que tengo que añadir en esta entrada, ese quedar “atontado” es utilizado por esos institutos para conducir ciegamente a los miembros hacia fines de POLÍTICA INTRAECLESIAL. Concretamente: sé (y lo puedo firmar) que estos institutos están marchando hacia una superestructura que los aglutine, en aras de una supuesta “Restauración”… (de ésas que hemos escuchado muchas veces los sub-sesenta). ¿Y está mal? ES UN ENGAÑO.
Es un engaño, así como está, por dos motivos: el primero, porque NO SE PUEDEN UTILIZAR MEDIOS ANTIEVANGÉLICOS para lograr ninguna “restauración”. “El que no tiene el espíritu de Cristo, es del Anticristo”, así de fácil.
Y en segundo lugar, no habrá ahora “restauración”, sino “liquidación” de lo que queda… El único que va a “restaurar” las cosas, es el Señor en su Parusía, ninguno más…
Pero ya me voy hacia esjatologías que no van con la temática del blog, así que lo dejo ahí. Baste lo dicho para comprender que, si alguien quiere “invitar a otros” a restaurar algo, debe hacerlo desde la Verdad, con claridad y no con obscuridades envolventes, nunca sometiendo y destruyendo la inteligencia y el juicio recto de los pobres que se ven envueltos en planes que, a lo mejor si supieran de qué se trata, no querrían hacerlo.
No hay derecho a decidir por otros y obnubilarlos para que “hagan número porque necesitamos gente”… Quienes hacen así nos son de Dios, sino del Otro…
Última cosa: nada extraordinario hay que esperar a que suceda para que estas jovencitas no viajen a Italia y se queden atrapadas, sin poder volverse. No se puede decir: “Recemos, el Señor dirá, están en sus Manos”, con tanto desparpajo… ¿O Él no nos dio inteligencia, manos, pies, boca para hablar…?
Si el ensotanado que se equivocó tan fiero tuviera un poquito de humildad y responsabilidad, de amor por las almas, de paternidad, ¿es mucho pedir?, debería ir a verlas, disculparse y tomarlas bajo su cuidado (y esta vez de verdad), y no abandonarlas en esa organización, porque ellas no alcanzan a ver…
Los que son padres de familia, seguramente, entenderán lo que digo.
Gracias, don Psique, por el espacio.
Cessy Gladstone
PD. Por si hay alguna duda sobre el tema de la obediencia leer este excelente artículo de Castellani
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Me hace acordar a cuando estaba en el seminario y un seminarista (el Turco) me comentó como una genialidad del discernimiento algo que le dijo su superior (el Gurka) sic: «¿Qué me puede pasar si cometo un pecado mortal en bien del Instituto?». Mutatis mutandis absolutismo estalinista espiritual del bien común…
Como decía el Gordo más feliz del mundo:
Hay un pecado: decir que es gris una hoja verde
Y se estremece el sol ante el ultraje;
¿Saben qué es lo más patético de todo esto? El haber tenido que abundar en datos y ejemplos, cuando los más «gordos» fueron conocidos por las chicas ANTES de ingresar como postulantes, como en el caso de aquélla monja a la que hicieron subir a una mesa y cantar entre burlas antes de promoverla como Superiora, o éste del jueguito de la obediencia… Y luego, la barbaridad de hacerle vender sus bienes a la muchacha de 41 años para aceptarla en el postulantado (ver «Crónica de otro Fraude anunciado I «, en este mismo blog).
Bastaban solamente esas cosas para hablar con ellas y apartarlas de ahí, antes de que siguieran seduciéndolas con «El Rito» y una versión falseada de la «vida religiosa tradicional»…
Son los adultos los que deben abrir los ojos y ayudar a pensar a los jovencitos, y mostrarles claramente lo que está mal: no pueden hacerlo solos, no tienen con qué…
¿Es tan difícil entender estas cosas?