Paul Watzlawick, el autor del libro que ahora les presento, es un brillante antropólogo y psicólogo, autor, junto con Bateson y otros, de la teoría de la comunicación humana y la teoría de sistemas. Su estilo es incisivo, chispeante, siempre deconstructivo de las posibles paradojas y aporías que traban y entorpecen el libre fluir de la vida del hombre. Poseedor de una potente cultura hace de sus escritos un material muy ineresante y ameno de leer. En este libro adopta la posición jódica de ver todo al revés, como hace Lewis en las Cartas del diablo a su sobrino, y da todo una serie de consejos de cómo arruinarse la vida. Tengan paciencia con la traducción, no es de las mejores, no pude conseguir el original para poder mejorarla. Les dejo aquí el prólogo, la introducción y el primer capítulo del libro que lleva por título: El arte de amargarse la vida.
PRÓLOGO
En el corazón de Europa hubo una vez un gran imperio. Lo formaban tantas y tan diversas culturas, que no siempre podía alcanzarse una solución razonable para un problema cualquiera y el absurdo resultaba ser el único camino viable de la vida. Sus habitantes -los austrohúngaros, como el lector ya habrá sospechado- llegaron a ser proverbiales, no por su inhabilidad en enfrentarse de un modo razonable con los problemas más simples, sino por su habilidad en conseguir lo imposible de algún modo casi por descuido. Inglaterra, como dice un proverbio, siempre pierde la batalla menos la única decisiva; Austria siempre pierde la batalla menos la única desesperanza. (No es de extrañar que desde entonces la máxima condecoración militar se reserve para oficiales que arrebatan la victoria de las garras de una derrota con alguna acción que está en crasa contradicción con el plan general de batalla.)
El gran imperio se ha convertido en una pequeña región, pero el absurdo ha quedado en el concepto de vida de sus habitantes, y el autor de estas páginas no es ninguna excepción. Para ellos, la situación es desesperada, pero no seria.
INTRODUCCIÓN
«¿Qué puede esperarse de un hombre? Cólmelo usted de todos los bienes de la tierra, sumérjalo en la felicidad hasta el cuello, hasta encima de su cabeza, de forma que a la superficie de su dicha, como en el nivel del agua, suban las burbujas, déle unos ingresos que no tenga más que dormir, ingerir pasteles y mirar por la permanencia de la especie humana; a pesar de todo, este mismo hombre de puro desagradecido, por simple descaro, le jugará a usted en el acto una mala pasada. A lo mejor comprometerá los mismos pasteles y llegará a desear que le sobrevenga el mal más disparatado, la estupidez más antieconómica, sólo para poner a esta situación totalmente razonable su propio elemento fantástico de mal agüero. Justamente, sus ideas fantásticas, su estupidez trivial, es lo que querrá conservar…»
Estas palabras proceden de la pluma de un hombre, que Friedrich Nietzsche consideraba el más grande de los psicólogos de todos los tiempos: Feodor Mijailovich Dostoievski. En realidad sólo dicen, bien que en un tono más elocuente, lo que la sabiduría popular sabe desde siempre: no hay nada más difícil de soportar que una serie de días buenos.
Ya es hora de acabar con los milenarios cuentos de viejas que presentan la felicidad, la dicha, la buena fortuna como objetivos apetecibles. Demasiado tiempo se ha tratado de convencernos -y lo hemos creído de buena gana- de que la búsqueda de la felicidad al fin nos deparará felicidad.
Lo gracioso del caso es que el concepto de felicidad ni siquiera puede definirse. Así, por
ejemplo, en septiembre de 1972, los oyentes de la serie séptima de la emisión de noche de radio Hessen fueron testigos de la discusión, sorprendente sin duda, sobre el tema «¿qué es felicidad», en la que cuatro representantes de distintas ideologías y disciplinas no lograron ponerse de acuerdo sobre el significado de este concepto aparentemente tan claro, a pesar de los esfuerzos de un moderador sumamente razonable (y paciente).
En realidad, no deberíamos sorprendernos de ello. «¿En qué consiste la felicidad? Sobre esta cuestión, las opiniones siempre fueron dispares», leemos en un ensayo del filósofo Robert Spaemann sobre la vida feliz: «289 pareceres contó Terencio Varrón, y Agustín abunda en este sentido. Todos los hombres quieren ser felices, dice Aristóteles.» Y luego Spaemann se refiere a la sabiduría de una historia judía, que narra de un hijo que manifiesta a su padre su deseo de casarse con la señorita Katz. «El padre se opone, porque la señorita Katz no aporta nada. El hijo replica que sólo será feliz si se casa con la señorita Katz. El padre le dice: «Ser feliz, ¿y de qué te servirá esto?»»
La literatura universal ya debería habernos inspirado desconfianza. Desgracias, tragedias, catástrofes, crímenes, pecados, delirios, peligros, éstos son los temas de las grandes creaciones. El Infierno de Dante es incomparablemente más genial que su Paraíso; lo mismo puede decirse del Paraíso perdido de Milton, a su lado, el Paraíso reconquistado es francamente soso; la caída de Jedermann (Hofmannsthal) arrastra, en cambio, los angelitos que al fin le salvan, causan un efecto ridículo; la primera parte de Fausto conmueve hasta las lágrimas, la segunda hasta el bostezo.
No nos hagamos ilusiones: ¿qué seríamos o dónde estaríamos sin nuestro infortunio? Lo necesitamos a rabiar, en el sentido más propio de esta palabra.
Nuestros primos de sangre caliente en el reino animal no tienen más suerte que nosotros; basta ver los efectos monstruosos de la vida en el zoológico: aquellas soberbias criaturas son protegidas contra el hambre, el peligro, la enfermedad (incluso contra la caries dental) y se las convierte en el equivalente a los neuróticos y psicóticos humanos.
Nuestro mundo en peligro de anegarse en una inundación de recetas para ser feliz, no puede esperar más tiempo a que le echemos un cable de salvación. No puede permanecer más tiempo la competencia en estos mecanismos y procesos bajo el dominio celosamente custodiado de la psiquiatría y psicología.
El número de los que se las arreglan con su propia desdicha como mejor saben y pueden, quizás parezca relativamente considerable. Pero es infinitamente mayor el número de los que en este menester precisan consejo y ayuda. A ellos se dedican las páginas siguientes a modo de manual de iniciación.
Hay que añadir que a este propósito altruista le corresponde un significado político. Como los directores de un zoológico en dimensiones reducidas, en grandes dimensiones, los Estados también se han impuesto la tarea de configurar la vida de los ciudadanos de modo que ésta, desde la cuna hasta la tumba, sea segura y chorreante de felicidad. Pero esto sólo es posible mediante una educación sistemática del ciudadano que le haga incompetente en la sociedad. Por esta razón, en todo el mundo occidental, los gastos públicos para política sanitaria y social aumentan de año en año en proporción siempre mayor. Como señaló Thayer, entre 1968 y 1970, estos gastos se dispararon en los EE.UU. en un 34 %, de 11 a 14 mil millones de dólares. De las estadísticas más recientes de la República Federal de Alemania se desprende que sólo los gastos públicos para la salud ascienden cada día a 450 millones de marcos, lo que supone un aumento treinta veces mayor respecto de 1950. En este mismo país hay diez millones de enfermos y el ciudadano normal toma a lo largo de su vida 36 000 comprimidos. Imaginémonos por un momento qué pasaría si este curso ascendente se detuviese o retrocediese. Se derrumbarían ministerios gigantescos, sectores enteros de la industria se declararían en quiebra y millones de hombres irían al paro.
El presente libro pretende aportar una pequeña contribución, pero consciente y responsable, para que se evite esta catástrofe.
El Estado necesita con tanto empeño que el desamparo y la desdicha de su población aumente de continuo, que esta tarea no puede confiarse a los ensayos bien intencionados de unos ciudadanos aficionados. Como en todos los sectores de la vida moderna, también aquí se precisa una dirección pública. Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, no basta tener alguna experiencia personal con un par de contratiempos.
Los datos pertinentes y las informaciones aprovechables de la bibliografía especializada, es decir, principalmente obras de psiquiatría y psicología, son escasos y la mayoría de las veces involuntarios. Por lo que sé, muy pocos colegas míos se han atrevido a tratar este tema espinoso. Son excepciones honrosas los francocanadienses Rodolphe y Luc Morisette, Petit manuel de guérilla matrimoniale ; Guglielmo Gulotta, Commedte e drammi nel matrimonio; Ronald Laing, Knots, y Mará Selvini, II mago smagato. En esta última obra, la famosa psquiatra demuestra que el sistema de educación escolar necesita que sus psicólogos fracasen, para poder seguir haciendo lo mismo de siempre. Merecen una mención muy especial los libros de mi amigo Dan Greenburg, How to be a Jewish Mother y How to Make Yourself Miserable, obra importante que la crítica celebró como investigación audaz «que ha hecho posible que centenares de miles de hombres arrastren de veras una vida vacía». Y last but not least, hay que mencionar a los tres representantes más insignes de la escuela británica: Stephen Potter con sus estudios sobre «Upmanship» ; Laurence Peter, el descubridor del principio «Peter» , y finalmente el autor, conocido en todo el mundo, de la ley que lleva su nombre: Northcote Parkinson .
La novedad del presente libro sobre estos estudios excelentes está en su deseo de presentar una introducción metódica, fundamental y basada en una experiencia clínica de decenas de años, a los mecanismos más útiles y seguros de la vida amargada. Sin embargo, mis explicaciones no han de ser consideradas como exhaustivas y completas, sino únicamente como iniciación o guía que facilite a mis lectores más dotados el desarrollo de un estilo propio.
SOBRE TODO ESTO:
SÉ FIEL A TI MISMO…
Esta regla de oro procede de Polonio, el escudero de Hamlet. Para nuestro propósito, el caso viene como anillo al dedo, pues precisamente Polonio, por ser fiel a sí mismo, consigue al fin que Hamlet le atraviese «como una rata» en su escondite detrás de un biombo. Al parecer, en el Estado de Dinamarca todavía no estaba en vigor la regla de oro de que «quien escucha, su mal oye».
Quizás alguien objete que en este caso la empresa de amargarse la vida se llevó demasiado lejos. Pero, por supuesto, tenemos que conceder a Shakespeare alguna libertad poética. Ello no desvirtúa el principio.
Seguramente nadie pondrá en duda que se puede vivir en conflicto con el medio ambiente y particularmente con el prójimo. También es de todos conocido, pero mucho más difícil de comprender y por lo mismo de perfeccionar, que uno pueda generar la desdicha en el retiro total de su propia cabeza. Es fácil que uno reproche falta de cariño a su consorte, que suponga malas intenciones en el jefe y que haga al tiempo atmosférico responsable de un constipado, pero ¿llegaremos a conseguir convertirnos en nuestros propios contrarios de la lucha diaria?
Las puertas de acceso a la vida desdichada llevan unas indicaciones áureas. Formularon estas indicaciones el sentido común, sin duda, el alma sana del pueblo o hasta el instinto por lo que acaece en lo profundo. Pero, al fin y al cabo, el nombre que se dé a esta habilidad admirable es muy secundario. Se trata fundamentalmente de la convicción de que no hay más que una sola opinión correcta: la propia. Una vez que se ha llegado a esta convicción, muy pronto se tiene que comprobar que el mundo va de mal en peor. En este punto se distinguen los profesionales de los aficionados. Estos últimos llegan a lograr encogerse de hombros y resignarse. En cambio, el que es fiel a sí mismo y a sus principios áureos, no está dispuesto a ningún compromiso barato. Puesto a escoger entre ser y deber, disyuntiva importante que ya se trata en los Upanishads, se decide sin titubeos por lo que el mundo debe ser y rechaza lo que es. Como capitán de navío de su vida, que hasta las ratas ya han abandonado, navega imperturbable hacia la noche borrascosa. Bien mirado, es una lástima que en su repertorio falte seguramente un principio áureo de los antiguos romanos: Ducunt fata voientem, nolentem trabunt, el destino conduce al dócil, arrastra al desazonado.
Está desazonado, y por cierto de un modo muy especial. Esto es, en él la desazón, en resumidas cuentas, se ha vuelto su objetivo absoluto. En el esfuerzo por permanecer fiel a sí mismo, se convierte en un espíritu de contradicción. No contradecir ya sería traicionarse. El simple hecho de que los otros le sugieran algo, ya es motivo para que él lo rechace, incluso cuando, mirando objetivamente, aceptarlo sería de su propio interés. (Como se sabe, dice un aforismo notable que la madurez es la capacidad de hacer lo que está bien, aun cuando los padres lo recomiendan.)
Pero el genio auténtico da un paso más, y, con una consecuencia heroica, hasta rechaza lo que a él mismo parece ser la mejor elección, esto es, rechaza las recomendaciones que se hace a sí mismo. Así, el pez no sólo se muerde la cola, sino que se devora del todo. El resultado, en fin, es un estado de desdicha que no tiene rival.
Naturalmente, a mis lectores menos dotados sólo puedo proponer este estado como ideal sublime, pero inalcanzable para ellos.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Excelente libro! Lo leí hace unos años y descubrí que era un profesional de la materia. Saludos
Lucho el mejor libro de él es «Cambio», más adelante lo voy a cargar de a poco, es brillante, sobre todo los tipos de cambio esperables, cambio 1 (el cambio en el interior del paradigma) y cambio 2 (el cambio del paradigma en sí mismo). Brillante realmente.
Estimado Psique y Eros, se lo voy a agradecer enormemente. Recuerdo que leí el «arte…» en un momento clave de mi vida cuando todo se estaba tornando muy oscuro y pesado a la vez. Este libro Watzlawick me dio las herramientas para poder tranquilizarme un poco más y aprender a reírme más de mi. Me he animado a recomendarlo a varios amigos y conocidos y siempre he recibido buenos comentarios.
En la edición que leí la foto de portada era un hombre aparentemente tomando un cafe, con una jaula en la cabeza… muy significativo por cierto.
Debo decir que el sugestivo título más la gráfica captaron mi atención y me decidí por comprarlo y leerlo sin saber y sin sospechar que me iba a hacer tanto bien.
Saludos
Tal vez demore mucho en publicarlo, si quiere le puedo mandar las imágenes escaneadas al mail, eso sí me tendría que decir cual es el límite en el tamaño de adjuntos que tiene su mail.
Vea don Psique, soy plenamente feliz. Sí, absolutamente.
No soy rico, ni me importa. Aunque también es cierto que nada me falta.
Le digo más: tengo clientes verdaderamente adinerados, y no dudaría en pegarme un tiro si me cambian mi vida por la de alguno de ellos.
Muchas vences pensé: “¿porqué la vida me sonríe a tal punto?”, ¿y esto cuándo se corta?
No lo sé, pero he pasado por cosas dolorosas como ser la muerte de personas queridas y mi felicidad siguió intacta. No se me mezcla con la tristeza normal que uno aprende a cargar. Ni esa tristeza me hace infeliz. Es como que una piedad hacia mis mayores me reconforta. Aun la muerte se aprende a digerir. Claro, nunca sufrí de ésas que sospecho indigeribles, como ser la muerte de un hijo. De eso no puedo hablar.
¿Y cómo hago?, ¿es que soy “conformista” y así es feliz cualquiera?, ¿si alguna vez pisara un psicólogo me enteraría de todo lo infeliz que realmente soy y que aun no sospecho?
Puede ser que estos malditos me vengan con algún baldazo de agua fría, pero por ahora…
Le paso mi táctica:
Consta de 4 partes, que son 3, que en realidad es 1:
1.- nunca dejar de estar, “permanecer”, “sorprendido por la alegría” cristiana. Con esto presente, la cosa ya es cuesta abajo.
2.- disfrutar de placeres sencillos, de esos que no tienen porqué cortarse con el tiempo, por ejemplo: asados con gomías, hablar con mi viejo, encerrarme en el escritorio a leer de lo que me interesa, releer releer y releer a Lugones y Rubén Darío, irme a caminar con mis hijos los sábados a la mañana por las calles de tierra, ver cómo esperan ese momento, la misa del domingo… Cosas sencillas que me dan una “rutina” que ya lleva años y que no pretendo abandonar por nada del mundo.
3.- no haberme casado con una loca.
4.- Una síntesis de todo lo demás: que se haga carne lo mejor de la filosofía existencialista –que por lo que leí aquí usted conoce bien-, la “filosofía del arraigo” de El Principito. De la rosa que cuidada deja de ser una rosa más para devenir irrepetible, única. Del zorro que pide a gritos un ¡domestícame!
En síntesis: “echar raíces” y adentrarse en lo único que arropa, que tiene capacidad para “contener”, -“que es estar contentos”, remarca Castellani – y que no se limita a la misa aunque no la excluye: la Tradición.
Saludos,
Ningún psicólogo en serio le demostraría nada. Simplemente se limitaría, como hago yo, a dar saltitos de gozo por encontrar a alguien que ha aferrado la esencia de la alegría, y, por ende, de la felicidad.
Yo no soy escéptico como Waztlawick sobre ¿qué es la felicidad?, tengo una idea muy clara de la piedra basal sobre la que se construye y que es el esqueleto sobre el que se monta todo estado anímico. No lo aprendí con Aristóteles, ni siquiera con Santo Tomás, lo aprendí haciéndome mierda en la vida y aprendiendo a cuidar lo único que me sostiene, eso es la «pertenencia» como noción y el «sentimiento de pertenencia» como resultado dinámico-anímico de haber construido en la vida una adecuada pertenencia.
1. Usted «está», “permanece”, “sorprendido por la alegría” cristiana, en primer lugar (lo pone usted) no se apropia de nada, estar sorprendido es ver todo nuevo, todo como novedad y la novedad es todo lo contrario de la mirada anciana de quien presupone que vio todo. Usted se «sorprende» y porque se sorprende no se apropia de nada, nada le pertenece como algo adquirido, sino que usted pertenece a esa raza de los que han verdaderamente comprendido que todo es don y regalo.
2. Sus placeres sencillos son vínculos humanos, son andamios de pertenencia a un círculo de personas que cargan de sentido su vida: sus gomías, su viejo, Lugones y Rubén Darío, estos últimos no en persona, pero sí en sin-tonía de lo mejor de ellos mismos. Usted «conecta» con ellos usted les pertenece y ellos le pertenecen a usted, se construye la red que lo sostiene.
3. Bueno, su sensatez no tiene límites, basta una loca para romper la red….
4. Y que decir del punto cuatro… es pura pertenencia, o como usted le llama «echar raíces», «filosofía del arraigo», «domestícame», «contención», o lo que es lo mismo, «tradición», esta última siempre purificada por el «estar sorprendido» que no nos permite apropiárnosla como a algo que poseyésemos por mérito propio, sino, también como puro don y regalo, sabiendo que cuando sobreviene ese aspecto luciferino de la «apropiación» se convierte, automáticamente, en fariseísmo.
Ya que está en juego estaba haciendo memoria de algunas cosas desordenadas:
1) Respecto a la felicidad hay muchas cosas lindas en la obra de V. Frankl (sobretodo la relación felicidad – amor) que usted podría desarrollar para desburrarnos un poco. Es curioso porque el mismo S. Tomás, desde otro ámbito, postula algo similar a Frankl: «Quien vive en el amor experimenta verdadera alegría» (yo he estado haciendo algunos comentarios en Wanderer y algunos han pensado que soy anti-tomista. En realidad no lo soy, lo que quizás pasa es que no soy «tan» tomista).
2) Hace un par de años leí un libro del Pontificio Consejo para el Diálogo con los no creyentes encabezado por Card. Poupard llamado «Felicidad y Fe cristiana» sencillo pero provechoso a la vez. Además se movía en una perspectiva fenomenológica interesante y citaba y comentaba muchos filosofos, como la cita de Popper: «Pregúntate si eres feliz y dejarás de serlo».
En esto no soy Aristotélico seguro, me enseñaron la respuesta aristotélica pero siempre me hizo ruido por ser elitista. No es la felicidad de cualquier hombre, ni de don Pedro, ni de la Ana. También me llama mucho la atención que alguien tan inteligente como Castellani, conociendo tanto de psicología, asuma esta respuesta aristotélica de un modo acrítico, también otros como Pieper… pero, en fin, ¿quién puede saber por qué un autor es acrítico en una región determinada del conocimiento? Que en esto no sea tomista no puedo decirlo, tendría que verificar que en Tomás no hubiera realmente nada de lo que pienso al respecto, y eso es un trabajito, y hay que hacerlo, Tomás siempre te sorprende. Lo que sí estoy seguro es que lo que aprendí respecto de esto no lo aprendí de Tomás, lo aprendí de la vida, y por desgracia o gracias a Dios con bastante dolor, después me reuní con autores que confirmaban convicciones existenciales muy profundas al respecto, pero eso vino después.
Lo de Frankl está bien, pero se queda corto, indica la tendencia pero no el objeto hacia el cual lleva esa tendencia. La tendencia es la «búsqueda de sentido» pero la pregunta es ¿qué es lo que le da sentido a todo? Digo que se queda corto en lo técnico, por supuesto habla del amor y la felicidad, el amor como dador de sentido, pero no alcanza, es necesario bucear en el vínculo como constitutivo de la identidad. En esto otros autores han llegado más lejos. Lacan, entre ellos, y el judío Lévinas, también es muy interesante. Lacan con su pedantería críptica de neo hegeliano que no ha comprendido qué imitar y qué no del maestro, que a pesar de lo pedante y de la voluntad evidente de ser críptico y de escribir en difícil tiene cosas geniales. No obstante todo, hay que reconocerle el mérito, su distinción deseo, necesidad y demanda es brillante, y explica tantas cosas… pero tantas…
Este es uno de los temas en los que yo sostengo que la antropología católica, de algún modo, está incompleta. La antropología, como desarrollo nocional, no el evangelio, por supuesto…(basta leer la parábola del último domingo para darse cuenta de ello, el buen samaritano, y la definición de «prójimo»).
Psiche le agradezco su comentario y me ha dado algunas pistas para direccionar algunas búsquedas y lecturas por otro lado. Yo también creo que la antropología católica está incompleta, aunque en realidad me da la impresión que se enredó sola en cuestiones poco provechosas. Mil gracias
Psique y Lucho:
Leyendo el muy interesante post y los profundos intercambios, vean esto que viene muy a propósito (creo). Habla de la «alegría», que mutatis mutandis tiene que ver mucho con la «felicidad».
Está en el libro que le prometí escanear y enviar a Psique. Empecé con la faena y voy por el capítulo 1. Igual lo escaneo como imagen, no con el programita que lee el texto.
Acá vá:
«… La verdadera alegría no es un sentimiento de exaltación. No hay que confundir la alegría con sus diferentes expresiones: se dá el placer, el confort, la alegría intelectual o artística, la alegría del trabajo bien hecho o la empresa exitosa. Hay sobre todo las innumerables alegrías de las relaciones humanas y, entre ellas, la alegría del amor que debe acompañar al hombre durante toda su vida. Sin embargo, estas experiencias no son más que formas exteriores de la alegría. Cuanto más importantes son estas formas, más profundas sus raices. La verdadera alegría se encuentra a gran profundidad, y deberíamos cavar profundamente en nosotros para permitirle que brote. Este es sin duda el sentido de la expresión que empleamos para una gran felicidad «soy profundamente feliz». Por eso toda felicidad es también silenciosa. No se puede expresar. Es inefable. Raramente aflora a la superficie y seríamos incapaces de alardear de ella.
La alegría es el terreno de cultivo en el que toda vida hecha raíces para ser capaz de vivir. Sin alegría no podríamos vivir, o mejor, no podríamos sobrevivir. La alegría brota especialmente con ocasión de momentos existenciales excepcionales, cuando se nos concede experimentar nuestra realidad profunda, la belleza o la vida. (…) La realidad profunda de los demás es habitualmente inefable, pero la alegría que experimentamos al contacto con un ser es siempre la señal de que se dá en nosotros una profunda comunión con él. (…)
Donde la vida crece, brota una nueva alegría. El ejemplo más evidente es la alegría ligada a la paternidad y a la maternidad, a partir de la concepción, cuyo placer es señal de una alegría y de un amor que viene de más arriba de lo humano. En todas partes donde el hombre participa en la creación, brota una nueva y desconocida alegría. Del mismo modo también la alegría está ligada al proceso de crecimiento espiritual. Sobre todo cuando uno puede acoger una vida nueva de parte de Dios. Así es la alegría profunda del arrepentimiento, cuando Dios nos recrea con su amor misericordioso. Sin duda uno de los momentos existenciales más intensos de nuestra vida consiste en ser tocados por la gracia y la misericordia de Dios, para vivir de nuevo en él.
Así es también el caso de la amistad, cuando nos sentimos aceptados por otro con nuestro ser más profundo, el que está todavía oculto a nuestros ojos pero que es sin embargo reconocido por el amor del otro. En la amistad verdadera, el encuentro no lleva consigo ninguna amenaza. Estamos autorizados a ser plenamente nosotros mismos, más profundamente que las apaciencias. Por eso decimos que la amistad nos hace bien. Con lo que queremos decir que nos sostiene y ayuda a desarrollar lo mejor de nosotros mismos….»
André Louf. A Merced de Su Gracia. Ediciones Narcea.
Juancho.
Muy lindo el post, y muy enriquecedores los comentarios agregados.
Solo dos cosas que se me cruzaron por la cabeza:
1º algo que me dijo una persona de quien tengo una alta consideración, sobre todo por el gran nivel de instrucción que tiene y por las enormes capacidades que demuestra. Ante el relato de una determinada situación de frustración y seudo-fracaso mía, me dijo que él no entendía está moda en la jerga popular de desear “éxitos” cada vez que uno tiene que enfrentar diferentes situaciones y me remato diciendo que lo que es mejor desear, en vez de “éxitos”, son fracasos y frustraciones. La verdad es que más allá de lo chocante de la frase (que hasta me podría haber resultado un tanto hipócrita, porque téngase en cuenta, quien la decía no era por lo menos objetivamente un fracasado y frustrado), algo me pareció entender y por sobre quise hacer gala de haberme dado por aludido, así que no profundice cuestionando lo ridículo de semejante afirmación. La cosa es que el textito que se acaba de poner en relacionado con esto de la tan manoseada felicidad, en alguna forma me hizo entender un poco más esto de no esperar de “la vida o el destino” tanto los éxitos, sino más bien los fracasos y frustraciones… Sin embargo, voy a seguirlo pensando.
Lo 2º que me pareció interesante, no sé si en mí o no solamente en mí, es como bajo un rotulo como “se tu mismo” o algo parecido, ponemos un deber ser que precisamente nos hace imposible el simplemente “ser”, sin mas adimentos., He interesante la tactica del carlista en este sentido.
En fin, nada agrego, jee, pero … Lindo el post!!
Gabis, reforzando lo que decís ¿Mandela sería Mandela sin los 30 años de cárcel?
«Ser sin mas aditamentos» de eso está lleno todo el blog, fijate la noción de iconolatría está presente en todo el blog y principalmente en mi punto de vista.
Gracias P&E.
empiezo a tener noción de una nueva palabra: iconolatria, iconolata. Sin embargo… le puedo pedir una definición para desburrarme un poco?
http://psiqueyeros.wordpress.com/2010/04/23/yoyocentrismo-la-superacion-definitiva-de-tolomeo-y-galileo-juntos/
leete ese post, ahí está explicada la iconolatría aunque no esté usada la palabra, pero vos sos inteligente, sabrás donde está la noción….
Iconolatría: adoración de una imagen de lo real., O deformación de lo real en tanto que limitada a UNA imagen., Imagen en tanto que signo quod, como significante absolutizado que es más un obstáculo que un vehículo a lo significado (mutatis mutandi, signo in quo).
Y lo del sistema hegeliano como ejemplo… y la explicación lógica (un tanto simplista, aunque no por eso menos eficaz) de la universalidad de los conceptos para describir la estructura del error.
Gracias!. Además sumo que nihilista viene del latín nihil, así que sigue ampliando mi léxico, lo cual pronto me rendirá frutos en un: “ he viejita, alta inconolastría tene vo!!”.
Por lo visto (y aunque sea tema de otro post, acépteseme la desprolijidad), por lo menos desde el contenido y desde lo pedagógico usted/vos parece estar en muuuy mejores condiciones que los profesores que al menos tuve yo en mi secundario, en donde el lema del colegio que figuraba como un gran estandarte en la puerta principal no era precisamente “arbeit macht frei”, sino “blanco mi nazo- verde mi pulmón” y al lado el eslogan “pocholo puto” (que era el dueño del quiosquito y de quien no me constan sus presuntas inclinaciones).
De ese zoológico yo puedo afirmar que “interrumpió mi educación para ir a la escuela” (de hecho algún amigo ironiza diciendo que salí del jardincito y entre a la facultad), a causa del zoo acarreo una importante carencia educativa, tanto en contenidos como en metodologías de estudio, el zoo además genera una transvaloración de muchos aspectos de la vida, por ejemplo, el estudiar para un examen estaba literalmente mal visto, implicaba una pérdida de popularidad (y yo no quería perder mi poca popularidad!), o el hecho de que el mayor éxito que se pueda esperar en la vida en el ideario del común de un adolecente, era el ser estrella
de rock o futbolista para un chico o el de modelo para una chica, si no era eso entonces había que resignarse a no ser nadie… y trabajar.
je, Recuerdo una frase que espete alguna vez y que en algún aspecto es grafica “grimberg, ándate de al lado mío, no te das cuenta que me quitas popularidad!”je. (hoy grimberg es un amigo… y bastante más popular que yo)
Sin embargo, primero bueno es reconocer que la escuela o zoo, como prefiero llamarla yo, hoy en día ni pretende ser una institución educativa (algunos colegios buenos y no necesariamente pagos todavía educan o al menos imparte contenidos, pero sin duda son la minoría y aún en los privados, y aún en los religiosos son minoría…de estos, en mi humilde opinión y en algunos casos , sí se puede decir que son ideologísantes, paradójicamente también creo son los que mejores contenidos imparte, aunque parcializados)., La función principal que hoy en día cumple el zoo es simplemente de contención social, existen precisamente para que los críos no estén en la casa y para poder liberar de responsabilidades a los padres, después la función educativa y sociabilizadora es un agregado que a veces está y a veces (la mayoría) no… Esa es la triste realidad.
En rigor, creo que para educar, y limitándolo a lo meramente técnico, habría que replantearse el termino entendido como sinónimo de “impartir contenidos obligatorios”, curriculaturas como le dicen, y empezar a abrir la idea de educación como puesta a disposición del educado de todo el abanico de posibilidades y matices que existen dentro de cada rama de conocimiento (algo así como quien selecciona los mejores libros de un tema que él otro propone), fomentando la iniciativa propia y la capacidad creativa, de esta forma se fomentaría el ejercicio de lo que va a tener que hacer durante toda la vida: elegir, el tema de fomentar la creatividad, el espíritu crítico y la especialización creo es la clave. En este sentido sin duda que una enseñanza individualizada es mejor que cualquier colegio, por lo menos si se quiere formar personas o individuos en vez de meros autómatas, más o menos funcionales a un sistema.
Perdón, me extendí demasiado con ideas colgadas. Mi idea es solo señalar el único aspecto positivo que en el zoo encontré, a saber: precisamente el hecho de ser un zoológico, de involucrarse incluso afectivamente (y principalmente afectivamente) con animalitos de diferentes granjas y el no considerarse en el fondo muy diferente a cualquier otro animalito del montón, de com-partir, únicas he idénticas experiencias con personas que viven realidades diferentes. Todo esto tiene como trasfondo el hecho de ser en primer lugar un antídoto contra la tendencia al enorgullecimiento, tan común a la condición humana y por otro lado, el com-partir con personas que viven realidades diferentes, el crecer juntos, permite apreciar a otros independientemente de sus circunstancias (en el sentido de Ortega)., Alcanzar lo significado de otros más allá de lo significante (si mal no le aprendí los terminos). Esto no es otra cosa que la amistad.
Obvio, quizá no hace falta ir a la porquería de colegios a los que fui yo para esto, pero a mí me sirvió para eso y no sé si fuera de la diversidad animalesca que fue mi secundario lo hubiese encontrado.
1- Muy bien tu resumen sobre la imagen, estaba seguro de que lo ibas a captar, y es una grata sorpresa tu dominio de la filosofía escolástica.
2- Gabis, en realidad la estructura lógica de los errores psicológicos son muy simples, y por eso la explicación te puede haber parecido simplista (de hecho los cognitivos conductuales hacen una lista de estos errores y no llegan a más de diez, y estructuralmente son muy simples en realidad). Lo que no es simple es la estructura lógica de todos los posibles errores lógicos o lógico-semánticos o de la relación lógica-realidad que ha dado lugar a multitud de muy interesantes lógicas en la modernidad, si te has dado una vuelta por esos campos, huy Dio!, eso sí que es complicado. Lo que tampoco es simple es como se da de hecho en la persona el error lógico, se da en niveles existenciales tan sutiles y cubierto de tantas marañas que allí si puede ser complicado descubrirlos y sobre todo que ella lo vea.
3- Respecto de mi pedagogía y de lo que pienso sea mi función como maestro dale una leída rápida al más exitoso de mis posts:
http://psiqueyeros.wordpress.com/2010/06/10/tragarse-el-personaje-la-tentacion-del-bloguero-iconolatria-maestro-y-discipulo/
ahí hay también bastante del par iconclastia-iconolatría
4. Lo que decís del zoo no es un tema menor, y el único beneficio que rescatás, no es un beneficio menor, sigue siendo mi gran objeción contra el homeschooling. La experiencia posible de apertura a la diversidad muy difícilmente se forme sino es haciendo experiencia de la diversidad. Para botón te cuento una anécdota, cuando estuve en Brasil, al poco tiempo de llegar, me paro en una esquina y frena un morocho en en un Mercedes. El pensamiento instantáneo (dirían los cognitivos-conductuales) que se me formó fue: ¡qué hace este negro de m. en un Mercedes!. Un segundo después ya estaba reflexionando sobre esa locura que había sobrevolado mi cabeza. Si antes alguien me decía que yo era racista le hubiera roto la boca. Sin embargo es muy fácil decir que no se es racista en teoría, sin haber hecho experiencia del «diverso». Muy probablemente vos tengas una misericordia mucho más real para con la gente del zoo que cualquier otro que no haya hecho experiencia del zoo….(además de la inapreciable humildad ínsita que implica… cuando se ha elaborado «bien» la experiencia del zoo…).
Hola S&E… perdón por no escribir antes, lo había hecho a hace unas semanas, pero me salió un chorizo un tanto descontextualizado que preferí no publicar, jej… suelo ser enroscado. Lo hago ahora simplemente para no dejar el post colgado.
1- Le cuento que – como supongo lo sospechara – no solo no domino la filosofía escolástica, sino que ni siquiera la conozco directamente, de hecho todo lo que he leído, que no es mucho, dista bastante del realismo escolástico. Por lo demás ni siquiera estudio filosofía ni pretendo “estudiarla” y solo he leo lo que hasta ahora por empatía y a veces por morbosa curiosidad me resulta más llamativo, je, hay veces que creo que para deprimirme y contrariarme me tendría que bastar con un buen tango, pero que le voy a hacer, no me gusta el tango. Igual se agradece que usted tenga la amabilidad y la buena predisposición para explicar y traducir términos. Ustd traduzca, traduzca, que algo quedara!
2- me rectifico, me exprese mal y un tanto altaneramente al decir que era simplista la explicación lógica. Lo que quise decir es que la explicación lógica mira el fenómeno – para usar una expresión, que aprendí de ustd/vos – desde la parte convexa y no desde la parte cóncava de la curva, es decir, lo que no explica es porque somos tan…cobardes -es el mejor termino que se me ocurre- que con mayor o menor grado de conciencia dejamos que nuestra cabeza acomode la realidad de forma tal que, al menos, sea comprensible.
3- llegue a este blog por ese post., lo envidio por haber conseguido la posdata a migajas filosóficas, yo lo he buscado pero no lo he encontrado. Creo que la intro tenía un tema muy interesante que no se si de tratarse profundamente hubiese sido tan exitoso, pero si…divertido.
4- Sinceramente pienso que no es una cuestión de misericordia, o por lo menos yo me declaro incompetente para aplicarme ese término, hasta desconfió de aquellos que son muy misericordiosos con otros y hasta soy más proclive a su antítesis, a la inmisericordia, con otros pero por sobre todo con uno… en principio me resulta más respetuoso. – “ho soy cruel, ciertamente digo, a lo que ya cae hay que empujarlo” “ a lo que no le puedes enseñar a bolar, enséñale a caer más rápido” dice el impío poeta maldito (que a mí, por lo menos desde lo poético y lo psicológico m3 resulta esquicito) – Pero… solo en principio. En el fondo, soy comunista! Je. Creo que en un distante y a la vez cercano aspecto somos todos iguales, yo acá sentado buscando aprehender algún concepto abstracto y los flacos que desde la ventana veo buscando aprehender unos mangos pa la birra., Por un lado sé que lo que me separa de ellos es un delgado hilo de voluntad (bastante frágil y maleable en mi caso) y por otro, y por sobre todo, por el hecho de que tanto para mí como para cualquiera… “ya todo está perdido y todo está ganado” – me digo para mis adentros, un tanto inexteriorizablemente- y consiguientemente no es a mí a quien le cabe ser misericordioso, suficiente problema es la misericordia para con uno como para preocuparme por la ajena! Je.
1. Traducir más que enseñar es la tarea del buen maestro, por lo que gracias….
2. Sí, es así, la parte cóncava de un acto libre… absolutamente ininteligible… por principio…
3. No la consigo todavía (la posdata definitiva no científica alas migajas filosóficas) si tenés noticias de la traducción italiano te estaré eternamente agradecido.
4. Sacales los fantasmas a la expresión misericordia, olvidate de la viejita prendiendo velas y rezando el rozario delante de un santo que viene pegada a la palabra, quedate con lo meramente filosófico o hasta etimológico, tener un corazón que haya experimentado las mismas miserias del distinto que tiene delante de sí y, que, por eso mismo, puede entenderlo mejor.