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Encontré este libro escrito por Pascal Zivi, y traducido por Ana Azanza, que me impresionó sobremanera. El autor es un protestante ex-católico que analiza el problema del abuso espiritual dentro del protestantismo, sin embargo, para quienes conocemos las nuevas congregaciones religiosas sólo habría que cambiar algunas palabras en el libro para que sirva perfectamente como radiografía de estos movimientos católicos. Por supuesto la perspectiva es protestante así que los invito también al ejercicio de flexibilidad mental del «mutatis mutandis».
¿Qué es un abuso espiritual?


Abuso según el diccionario: “Exceso perjudicial para la sociedad, injusticia causa por el mal uso de un derecho o de un poder.”
 
El abuso espiritual es una injusticia que emana de un mal uso de ciertos pastores, curas o responsables cristianos, hacen de sus derechos y poderes asociados a sus funciones. Estas personas que tienen autoridad causan un perjuicio enorme a los miembros de su comunidad.
 
En su libro “La autoestima reencontrada” Jeff van Vonderen recuerda que es el incesto: ”para el niño el lugar que debía ser de ser el refugio se transforma en el lugar de todos los peligros.” Dado que en una iglesia sana y funcional, Dios es la fuente de aceptación, de amor y de valor, van Vonderen compara la iglesia con la familia, en el seno de la misma el papel de los responsables consiste en ayudar, edificar, servir y responder a las necesidades de sus parroquianos. Sin embargo, observa: “En ciertos sistemas religiosos, los pensamientos, los sentimientos, los deseos y necesidades de sus miembros no cuentan. No se responde a sus aspiraciones; antes bien al contrario, están ahí para satisfacer las necesidades de sus dirigentes. Cuando esto ocurre en un grupo cristiano se trata de abuso espiritual.”
 
Creo que el abuso espiritual es una forma de violación que se hace en nombre de Dios y de Cristo, hiriendo al creyente en lo más profundo de su alma. Las consecuencias son desastrosas. Las víctimas experimentan muchas dificultades para retomar una vida normal. Han sido condicionadas para creer que a Dios le gusta vengarse, que pasa el tiempo buscando las debilidades de los creyentes para castigarlos y enviarlos al infierno. Una persona de la que se ha abusado espiritualmente tiene una imagen muy negativa de sí misma. Está abrumada por la vergüenza y otorga difícilmente su confianza a los demás. En numerosos casos es “alérgica” a todo grupo religioso.
 
 
2.
La mecánica del abuso espiritual
 
 
Dos cuestiones surgen una y otra vez: ¿Cómo puede abusarse espiritualmente de una persona? ¿Cómo puede alguien dejar que abusen espiritualmente de él? Para responder hay que comprender el mecanismo del abuso espiritual.
 
Las técnicas para controlar el pensamiento de las personas son numerosas. Varios libros tratan el tema. Abordan en especial las manipulaciones mentales ejercidas en los grupos sectarios totalitarios. Escuchando numerosos testimonios de víctimas de abusos espirituales, y estudiando también los comentarios de los diferentes especialistas en el problema, se ve que las técnicas de los grupos sectarios y las de los abusos espirituales son idénticas en su mayoría.
 
a) Love bombing

Muchas víctimas de abusos espirituales dicen que en sus primeros encuentros con el sacerdote o pastor de su iglesia local o comunidad, éstos fueron de una extremada amabilidad. En cada ocasión, el culto o la misa dominical, estudios bíblicos y otras reuniones, fueron acogidos con particular calor, dando la impresión de que se interesaban por ellos.
 
Las personas que llegan por vez primera a una iglesia o a una comunidad atraviesan casi siempre un período de vida doloroso: soledad, luto, divorcio, enfermedad grave, paro, etc. O esas personas tienen dificultades para integrarse  en la sociedad. Algunas también buscan valores. Las causas de la búsqueda espiritual pueden ser múltiples. Una persona en situación de angustia tiene un gran sentimiento de impotencia, volviéndola influenciable y receptiva a toda forma de compasión.
 
El love bombing consiste en bombardear con “amor” de todas las maneras posibles al recién llegado. Por ejemplo a quien es reservado se le dice: “Eres muy serio” y al que sonríe: “Debes de ser una persona muy simpática”. En cada caso se trata de adular a la persona, hacerle creer que es amada y aceptada incondicionalmente.
 
El love bombing es temible. Primero porque crea una dependencia afectiva de la persona hacia la iglesia, hacia sus responsables. Segundo porque en esa situación es casi imposible discernir la realidad de las relaciones y sobre todo plantear preguntas. Poco a poco se pierde el sentido crítico.
 
Es muy normal que una iglesia acoja con calor a la gente y trate de dar solucionar sus problemas. Pero esto es un problema cuando hay una intención de manipular y controlar.
 
b) La culpabilización por la reciprocidad

“Recibí un regalo por navidad, le debo otro.” “Mi vecino me ha hecho un favor. Tengo que devolvérselo…” Todos conocemos este tipo de situaciones. En general cuando alguien nos regala, crea en nosotros un sentimiento de deuda, empujándonos a devolver las ventajes recibidas.
 
Esto se llama la regla de reciprocidad. Es un arma muy temible de manipulación de la gente. Puesto que se puede culpabilizar a alguien, influenciar sus comportamientos y sus facultades de reflexión. En el abuso espiritual, esta regla de reciprocidad es recurrente. Como ya lo he explicado, las personas que llegan por vez primera a un lugar donde se practica el abuso espiritual son siempre recibidas con calor. Esto desarrolla en ellas un sentimiento de dependencia afectiva importante y les es muy difícil tomar distancia, y plantearse preguntas o emitir críticas. Los que lo hacen se arriesgan a ser llamados al orden: “Después de todo lo que hemos hecho por ti, ¿Cómo te atreves a decir eso?”. “No tienes vergüenza. ¡Esta crítica es una blasfemia! ¿Qué has hecho con el amor que te hemos dado? “Te inspira el diablo. ¡Eres un egoísta! ¿Has olvidado todo lo que hemos hecho por ti?”.
 
Este tipo de reflexión crea un sentimiento de vergüenza tan fuerte que la persona no se atreve a replicar. Muchos tienen la impresión de no ser más que egoístas incapaces de amar, que no pueden sentir ningún agradecimiento hacia sus bienhechores.
 
Toda la falsa compasión que esas personas han recibido se transforma en deuda que hay que pagar. El precio de la deuda es la pérdida de su libre arbitrio y de su espíritu crítico.
 
c) El rito de la confesión
 
En su libro “Protéjase contra las sectas”, Steve Hassan, antiguo adepto de la secta Moon  resume los ocho criterios de la reforma del pensamiento chino, como se practicaba en los 50 y 60. Estos ocho criterios fueron definidos por Robert Jay Liffon,
 
En el cuarto criterio, el de la confesión, Steve Hassan declara: “Los movimientos ideológicos sea cual sea su fuerza, toman posesión de los mecanismos de culpabilidad y de vergüenza de un individuo de manera que influyen en los cambios que él atraviesa. Lo hacen dentro de un proceso que tiene su estructura propia. Las sesiones de confesión de los pecados van acompañadas de críticas y autocríticas, generalmente en pequeños grupos en los que se empuja al cambio personal.” El cristianismo enseña la confesión de los pecados. Esta confesión tiene como fin liberar y dar la posibilidad de obtener el perdón de Dios. En la primera epístola de Juan, leemos: “la sangre de su Hijo Jesús nos purifica del pecado (…) Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia.” (1 Jn.1:7,9). La Biblia es muy explícita.  Se nos perdonan los pecados. Han desaparecido. Ya no están ahí para culpabilizarnos.
 
En el abuso espiritual, la confesión es usada de igual manera que en la reforma del pensamiento chino comunista. Sirve para culpabilizar a la gente, para obligarla a cambiar su personalidad para llevarlas a obedecer ciegamente a sus dirigentes.
 
Una víctima da testimonio: “En mi iglesia, los parroquianos se dividían en pequeños grupos bajo la dirección de un responsable. Después de la reunión, cada uno tenía que hacer un informe detallado al pastor. Este se servía de ciertas informaciones, durante el sermón del domingo, para criticar a las personas que no pensaban como él o que no querían someterse a sus ideas. Las humillaciones públicas eran frecuentes. Las personas estaban obligadas a ponerse de rodillas para implorar el perdón del pastor y hacer su propia autocrítica.”
 
Para cada parroquiano era una obsesión el miedo a que su vida privada se divulgara ante toda la asamblea, como una espada de Damocles encima de su cabeza.
 
En numerosos testimonios las víctimas de abusos espirituales explican que el hecho de no pensar como el pastor o como otros dirigentes de la iglesia se había convertido para ellos en pecado. Incluso acabaron por confesar faltas que no habían cometido.
 
Testimonio de Claudine

El responsable del grupo al que acudía quería controlar a cada uno hasta en su vida privada, creando numerosos problemas. Si alguien cometía una pequeña falta que podía ser solucionada fácilmente, Philippe escogía hacer un proceso a esa persona ante toda la congregación, exigiendo arrepentimiento público.

d) Control del pensamiento y el libre arbitrio por las fobias

Una fobia es un sentimiento de miedo irracional con respecto a una situación, a una persona o a un objeto.
 
Una de mis amigas japonesas se aterroriza ante una serpiente desde que su hermana pequeña fue mordida por una víbora. El hecho de verla en un documental de la tele despierta en ella un miedo tan intenso que tiene sudor frío y le es imposible en ese momento pensar racionalmente.
 
El médico Roger Baker, en su libro “Las crisis de angustia” da la siguiente explicación: “Se distinguen numerosos tipos de fobias, incluyendo a tal o cual insecto, animal, o hacia la altura, el agua fría, la sangre, el vómito, las inyecciones, los hospitales, los dentistas o las masas de gente, incluso ante el hecho de tener que hablar en público. Para las personas que tienen una fobia, el encuentro con la cosa dispara de tal modo la angustia que funciona como un mecanismo de relojería; esta ansiedad es verdaderamente específica y previsible.”
 
En el mecanismo del abuso espiritual, la interpretación de la Biblia se manipula para implantar imágenes negativas muy fuertes en lo más profundo del inconsciente de las personas que se quieren manipular, en particular la de un Dios que está ahí para castigar y de un diablo que busca el momento propicio para hacer caer al creyente. Los miembros de una comunidad que practica la lectura de la Biblia viven en una atmósfera de ansiedad, que les impide pensar de manera racional y escoger libremente lo que quieren hacer.
 
Está claro que en este tipo de grupo no obedecer incondicionalmente las ideas y órdenes de los dirigentes equivale a desobedecer a Dios, lo que conlleva el riesgo de ser castigado y transformarse en presa de Satanás. Aquí algunos ejemplos de lo que esos líderes dicen: “¡Arrepentíos de no haberme escuchado o Dios os lo hará pagar!”, “Lo que os digo es la verdad, los que no obedecen, Dios estará contra ellos.” Otros son más agresivos: “Dios os enviará al infierno”, “el diablo os destruirá”. Otros amenazan directamente a la persona o a su familia: “Tu padre o tu madre morirán de enfermedad grave.” Los mismos argumentos se emplean con las personas que quieren abandonar la iglesia o la comunidad.
 
e) La estructura piramidal
 
Las iglesias y las comunidades que practican abusos espirituales tienen en general una estructura piramidal. Este sistema totalitario tiene como objetivo mantener a las personas bajo la coacción y controlarlas también en su vida privada. Esos individuos no pueden decidir nada por sí mismos sin el permiso de los dirigentes. La jerarquía se parece a la de un ejército.
 
Un ejemplo bastará: en una iglesia local el responsable era llamado “pastor”, los miembros eran “ovejas”. Cada persona que se hacía discípulo tenía como formador a un parroquiano de más edad, encargado de enseñarle la Biblia y las reglas del grupo. Esos formadores tenían ellos mismos un supervisor. Cada cual debía someterse a la autoridad de la persona que estaba por encima. El pastor controlaba el conjunto como un verdadero dictador. Si quería saber algo de sus parroquianos, le bastaba con acudir al formador correspondiente. Las personas se espiaban unas a otras. No se podía tener amigos de confianza.
 
En un sistema así, el uso del tiempo está muy ordenado, se planifican muchas reuniones a lo largo de la semana. Cada miembro debe asistir. Nada puede impedirlo. Las reuniones tienen como objetivo profundizar en el estudio de la Biblia o más exactamente, en la interpretación de la Biblia que esa comunidad hace. Se habla mucho del crecimiento de la iglesia, una prioridad para la voluntad de Dios. Una verdadera obsesión, este crecimiento es objeto de proyectos con cifras concretas. Durante los meses que siguen, las estadísticas evalúan la realización de los planes. Si son satisfactorias, todo el mundo se felicita. Por el contrario si los resultados no son buenos, habrá severas críticas: “Tu fe está muerta”. “No sois suficientemente perfectos en Cristo”, o “Sois incapaces, os falta voluntad.”
 
Es evidente que las metas son en general imposibles de alcanzar. Pero los miembros del grupo,  en su mayoría paralizados por el miedo y la culpabilidad, redoblan sus esfuerzos para tratar de satisfacer lo que ellos creen es la voluntad de Dios.
 
f) Puesta a punto

Para entender bien el mecanismo del abuso espiritual, es importante comprender un elemento capital. En este proceso, todo se hace sin que la persona lo sepa. Jamás me he encontrado con nadie que haya entrado sabiendo con conocimiento de causa en una iglesia o grupo abusivo. Antes bien, las personas se hacen miembros de una comunidad que consideran agradable y acogedora. Sólo cuando la dejan, se dan cuenta de la realidad y dicen que ese grupo era abusivo, que fueron manipulados.
 
El proceso de manipulación no cambia a la persona en pocas horas. Lleva un poco de tiempo. Cada día, los responsables hacen repetir lo mismo, y poco a poco añaden elementos nuevos para que surjan cambios. En los meses que siguen a su llegada a la comunidad la persona cambia su comportamiento y su manera de pensar completamente, sin que se de cuenta. Un amigo o un pariente pueden darse cuenta, pero no el afectado.
 

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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