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Delirio paranoico (paranoia)
Características
 
Los rasgos de la personalidad paranoica no siempre conducen al delirio, pero, en cambio, es frecuente que los delirios paranoicos (no confundir con esquizofrenia paranoide) se asien­ten sobre la personalidad paranoica descrita. El delirio surge a partir de un conflicto psi­coafectivo, cuya dimensión se analizará más adelante.

  • El inicio es progresivo e insidioso en el sen­tido que Jaspers denominaba desarrollo.
  • Se trata de un delirio basado en la interpreta­ción.

Su convicción pasional desborda la rea­lidad y todo se reviste de significaciones que irán incluyéndose progresivamente en su deli­rio. Sus percepciones en cuanto a estímulos exteriores son correctas, pero la representa­ción va marcada por la interpretación deliran­te. En otras palabras, la objetividad de lo per­cibido se trastorna por la subjetividad de lo registrado.
El delirio se presenta como lógico, pues parte de hechos o situaciones reales, cuya nota delirante se justifica por racionalizacio­nes.

  • Esta apariencia de lógica irrefutable hace que sea un delirio contagioso y muchas per­sonas crearán sus argumentaciones delirantes que, como afirmamos, tienen apariencia de verosimilitud.
  • Además, se presenta como un delirio siste­matizado, pues parte de unas ideas fijas y es­tables que se organizan en un sistema deliran­te bien construido, que se enriquece mediante nuevas interpretaciones delirantes.

Se extien­de así por contigüidad, continuidad y seme­janza a personas y grupos sociales. Por ello se ha denominado delirio de relación social. A diferencia de otros cuadros delirantes, el pa­ciente conserva su lucidez.
 
Los tipos de delirio paranoico más caracte­rísticos son los siguientes.
 
Delirio de persecución. Es con mucho el más frecuente. El perseguidor representa la proyección de aspectos del paciente. A menu­do hay una base real que está desmesurada­mente exagerada. Destaca en estos individuos la tendencia a la interpretación y a explicarlo todo. Afirman que lo que les ocurre es debido a la persecución que sufren. Vayan donde vayan, los perseguidores les encuentran y les hacen notar su presencia mediante cartas, en­venenamientos e influencias indirectas. No pueden progresar ni estar tranquilos porque ellos por celos o envidia se han propuesto per­judicarlos.
 
Delirio de reivindicación. Se establece en diferentes niveles. Cuando versa sobre la ley, constituye el delirio querulante que siempre coloca al individuo en juicios y procesos, fru­tos de sus constantes denuncias. Las entida­des aseguradoras y el personal de juzgados conocen bien estos casos.
 
Cuando versa sobre la salud, es el delirio hipocondríaco según el cual el sujeto está siempre afecto de alguna enfermedad o trastorno y, en consecuencia, una y otra vez reclama la asistencia sanitaria, contra la que finalmente formulará múltiples reclamaciones.
 
Cuando la reivindicación se ciñe sobre temas trascendentales, el sujeto presentará el delirio pasional idealista con el tema correspondiente: religioso, político, etc.
 
Finalmente, el campo elegido puede ser el del saber. Entonces el paciente afirmará haber in­ventado algún aparato o descubierto la teoría concluyente acerca de algún fenómeno.
 
Delirio celotípico. Los celos constituyen una constante en estos pacientes y pueden or­ganizarse en forma de delirio sistematizado. El individuo se siente frustrado y privado de una buena relación, la cual se interpreta en el sentido de que el cónyuge prefiere a otro. Du­rante mucho tiempo la sensación de verse en­gañado le mantiene sobre dudas e incerti­dumbres. No tarda en iniciar indagaciones e investigaciones personales o mediante detec­tives. Va en busca de pruebas, vigila y busca objetos personales, ropa interior, cartas, etc.
 
Delirio erotomaníaco. El paciente tiene la convicción de ser amado por alguien que a menudo ocupa un rango social superior al suyo. Es más frecuente en mujeres. Su inicio es relativamente rápido y se basa en alguna interpretación errónea. A partir de entonces encuentra sentidos y confirmaciones de su de­lirio en cualquier detalle o hallazgo. Todo son señales y signos del amor del otro, quien la ama y la protege, porque está enamorado de ella. La esperanza puede transformarse en desprecio y agresividad si la paciente inter­preta que ha sido objeto de un desaire o por el rechazo real que no es raro en estos casos.
 
Delirio hipocondríaco. Los temas más fre­cuentes incluyen aquí la infestación de la piel por un parásito, infestación interna por gusa­nos u otros parásitos, presencia de bultos dér­micos atribuidos a organismos o cuerpos ex­traños que llevan al paciente a rascarse repetidamente, fealdad o deformidad corpo­ral, desprender olores desagradables, etc. Con cierta frecuencia, va acompañado del llamado signo de la caja de cerillas (matchbox sigo), que consiste en que el paciente dice que ha lo­grado capturar al parásito y lo trae para mos­trarlo en aquel recipiente. Este trastorno ha sido examinado por Munro (1980), que lo ha denominado «psicosis hiponcondríaca mono-sintomática» y lo ha incluido como una forma de paranoia. Por la especificidad de este cua­dro le dedicaremos una descripción más deta­llada. Los pacientes son extraordinariamente insistentes y enérgicos en sus quejas y repiten siempre lo mismo de forma estereotipada. Cúriosamente existe mucha mayor riqueza imaginativa en los requerimientos terapéuti­cos, que son a menudo pintorescos. Rara vez el paciente es visto en primera instancia por el psiquiatra; en cambio, los dermatólogos, especialistas en enfermedades infecciosas, cirujanos  plásticos, compañías de desinfección y entidades de salud pública son los que son visitados por estos pacientes. Cuando el psi­quiatra recibe uno de estos casos, se encuen­tra a un individuo enojado que rechaza el análisis psiquiátrico, por lo que Munro reco­mienda dirigir la entrevista hacia los aspectos físicos del trastorno.

  • El inicio del cuadro es a menudo insidioso, pero también puede aparecer bruscamente. Aunque parecen presentar alucinaciones más a menudo se trata de ilusiones interpretativas secundarias al sistema delirante.
  • Aparece en dos ámbitos de edades, varones jóvenes y mu­jeres de más de 50 años.
  • Asimismo cabe des­tacar la elevada frecuencia de casos en los que el delirio es compartido por familiares (folie a deux, folie ñ trois).

Lo más significativo de estos casos es la res­puesta terapéutica favorable, lo que ha cam­biado el pronóstico de modo espectacular. Se ha observado que el pimozide (o su forma pa­renteral el fluspirileno) es eficaz en estos casos, mientras que otros neurolépticos y se­dantes no lo son. En la serie de Munro 63 % de los pacientes mejoraron sensiblemente y 23 % mostraron una remisión parcial, que, sin embargo, les permitió reducir la angustia y reintegrarse a la vida de relación. Los bue­nos resultados parecen depender del diagnós­tico correcto, y cabe destacar que los sínto­mas hipocondríacos no psicóticos o los multisintomáticos no responden igual a este tratamiento. El abandono de la medicación produce recaídas invariablemente en el plazo de pocos días. Además de las observaciones patogénicas de este autor respecto a disfun­ciones límbicas, Johnson y Anton (1983) han sugerido que la eficacia selectiva de este fármaco puede estar relacionada con su propie­dad antagonista frente a los receptores opiá­ceos, dada la importante participación de los sistemas endorfínicos en los pruritos. En una revisión posterior, Berrios (1985) analiza his­tóricamente el campo de los delirios de infes­tación o delirios de parasitosis y observa frecuentemente patología orgánica, especial­mente cuando la enfermedad aparece en per­sonas de edad avanzada sin antecedentes psi­quiátricos.

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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